José Luis Galar (Zaragoza, 1965) andaba un domingo —u otro día, qué más da— tomando su café —o lo que fuera— leyendo su periódico en papel, cuando dio con la noticia: Albert Cossery había muerto. Ya, no me miren así. Quién era este hombre, habrá quien se pregunte; muy popular, digamos, no es. Va a ser a raíz de la publicación de Tras Albert Cossery , el libro que hoy me traigo entre manos, cuando hayan podido por fin acceder a la noticia de su existencia y obra más lectores, todos al fin igual de fascinados, entiendo, por el personaje cuya muerte anunciaba la exigua crónica del suceso que daría luego lugar a este ensayo [así lo tilda el autor del mismo, citando a la Real Academia de la Lengua Española: «escrito, generalmente breve, constituido por los pensamientos del autor sobre un tema, sin el aparato ni la extensión que requiere un tratado completo sobre la misma materia»].
Según el relato del zaragozano, la nota de prensa venía a decir más bien poco. El escritor egipcio había sido encontrado ya sin vida en la que fuera su vivienda habitual durante más de medio siglo (contaba el día de su muerte con casi uno de vida: 94 años. Ahí es nada; lo que puede dar de sí una vida de tal longitud): «Un escritor que había pasado cincuenta y siete años en la misma habitación de hotel tenía que llamarme la atención necesariamente…», explica el autor. No solo eso; José Luis va a pasarse una buena temporada, a raíz de la lectura de unas pocas líneas en un diario, las que daban cuenta de su muerte, empeñado en descubrir quién era este personaje al que se conocía, pronto se descubre en la obra, como El príncipe de la pereza. «¡Cómo no iba a llamarme la atención una existencia aderezada con todos esos ingredientes! El hallazgo de Albert Cossery comenzaba a parecerme —me parecía ya— algo deliciosamente delirante que profetizaba una demencia luminosa, capaz de retorcer el punto de vista de la cotidianidad vertiendo sobre ella longitudes de onda hasta ahora desconocidas».
«Nunca trabajó, como su padre», proclama la contraportada del libro. Veremos, a medida que avancemos en la lectura del libro, según va descubriendo el propio autor al personaje objeto de esta suerte de obsesión a que se entrega —la de conocerle, explicarle— que Albert Cossery consideraba que la verdadera riqueza es precisamente el poder vivir sin trabajar, tal y como habían hecho sus padres. «Yo no tengo biografía. Yo no he hecho nada en la vida. Yo no he hecho otra cosa más que divertirme». Un anarquista que no creía nada más que en la vida, la amistad y el amor, que admiraba la figura de su padre, un hombre que no había hecho tampoco mucho más que leer el periódico durante todo el día. «El pequeño Cossery absorbió todo aquello y después se sintió fascinado por todas aquellas gentes que con independencia de su clase social —pero preferiblemente miserables— no hacían nada de provecho».
Se cuenta en el libro, y lo reseño como anécdota clarificadora, que el primer y único libro de poesía que escribe Cossery es un plagio de Las flores del mal. Así lo reconoce el propio autor, «sin ningún empacho». En otra ocasión, esta vez en un documental de los que encuentra Galar en sus pesquisas, un joven egipcio le pregunta por el amor, y contesta que es un tema banal, que todo el mundo ama a las mujeres. Esta suerte de Dandy, «en el más puro estilo de la palabra, impecable y con un toque de rebeldía», fue amigo de Sartre, de Camus… «De la noche parisina conoce mucho, pero ya no le concierne porque no le queda nadie de los de antes con quien compartirla y no le interesa en absoluto conocer a nadie más».
La estructura del libro es sencilla: una primera parte hace un repaso por artículos y entrevistas que se le hicieron con vida, alguno publicado tras su muerte, intentando así, buceando por todo el material que encuentra —apenas en español—, desentrañar el personaje, sus motivaciones, su filosofía de vida, quién era este Príncipe de la pereza; y una segunda con la misma pretensión, esta vez a través de su obra, de los libros que consigue —no sin cierta dificultad— y de los que se sirve para un análisis más exhaustivo, también más literario y humano, donde se va ya completando el esbozo, acaban de fijarse las pinceladas que lo muestran, en toda su magnificencia.
Se nota cómo el personaje acaba seduciendo al autor que lo ha ido reconstruyendo tomando de aquí y allá, su obra, artículos, entrevistas, testimonios, libros que sobre él se escribieron. Un librito que pone de buen humor en la medida en que trata sobre un hombre original que realmente existió, al que podemos conocer gracias a que José Luis Galar se encontrara con él un día en mitad de un periódico. Bien por José Luis. Ha sido un rato la mar de agradable.
Muchísimas gracias por esta cariñosa y bien escrita reseña.
Un abrazo fuerte,
JLG
De nada, José Luis. Gracias a ti. Un placer leerte.
Un magnífico y veraz resumen de este singular ensayo.