Todo lo que sabía era que mi madre, una mujer portuguesa, menuda y bronceada, de pelo rizado y que tenía dos perros y dos hijos, se estaba muriendo o ya estaba muerta.
1. Leo Madre, In Memoriam (Carpenoctem, 2014) unas semanas después de leer Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett. Son libros hermanastros. En ambos hay una madre y un hijo. En ambos el hijo tiene una enfermedad mental: psicosis, depresión, paranoia etc. Ambos son libros sobre la relación de una madre y un hijo pero como si fuesen las piezas de un puzle a encajar, el primero esta escrito por un hijo que pierde a una madre y el segundo por una madre que pierde a un hijo. Como todos los libros de pérdida el autor escribe sobre el perdido, lo intenta recuperar, pero el libro trata del que pierde, de los momentos compartidos con el que se fue y los jodidos momentos del que se queda.
2. Phil Jourdan no se lo puso fácil a su madre, como no se lo pone fácil ningún hijo a la suya. Tampoco se lo puso fácil Daniel a Piedad Bonnet. El que diga que sí se lo puso fácil a su madre es que ni fue hijo ni fue nada. El caso es que «todas las familias felices se parecen pero las infelices lo son cada a una a su manera», da igual cómo lo sean, son infelices. Lo que vengo a decir es que como en todas las novelas de pérdida, el viaje por las anécdotas privadas nos va horadando poco a poco, pese a ser ajenas, pese a la distancia, todo el mundo tuvo una madre (fuese su madre real o adoptiva o la abuela o la tía o el padre), todos tenemos nuestras historias, historias privadas en un container universal, una relación de todos.
3. Phil Jourdan y la relación madre-hijo universal con el descubrimiento del amor:
¿Confesar? ¿Qué tenía que conferar? Todo lo que deseaba era decir en alto lo que me había oprimido durante todos esos años, cosas que pensé ella también tenía que saber: que detrás de cada No lo sé o No puedo explicarlo que me había oído proferir había en verdad un Estoy enamorado. Así que se lo dije. Cuando estábamos en el crucero y me volví loco, estaba enamorado de aquella chica de mi escuela. Se llamaba Rima y pensaba en ella continuamente. Era una obsesión. Me aterrorizó saber que no actuaba como la gente normal. Me tomaba todo demasiado en serio. No me cabe duda que el paranoico episodio de las cebollas guarda relación con el día en que tuve que despedirme de Rima con un beso rápido en la mejilla. Pasaron sólo diez días desde aquel beso hasta el colapso nervioso en el barco.
4. Phil Jourdan escribe con una prosa sencilla, sin complicarse la vida, lo que está muy bien y no es fácil; en ocasiones llega a hacer muy buena literatura y nos ofrece ciertas cables para leer el libro:
El Padre X en ese instante de la narración de Sophia procedió a sentarse, mientras garabateaba en un cuaderno que había junto al teléfono. Oía las palabras de mi madre, pero no necesitaba escuchar más. Había llegado ese momento en cualquier escucha atenta en que incluso sin prestar atención uno sabe perfectamente lo que el otro está diciendo. El relato de todos los detalles, las cosas desagradables, la tragedia de la vida de Sophia, era innecesario para él, pero esencial para ella; mientras que ella pensaba que sólo contándole las cosas exactamente como habían ocurrido su historia cobraría sentido, él estaba ya perfectamente al corriente de la situación. Su voz, la entonación de su voz, hablaba por sí sola. Estaba bien que se desahogara, desde luego; pero nada de lo que dijera iba a cambiar su opinión.
5. Hay algo que distancia esta novela de pérdida de Phil Jourdan de otras en la línea: Joan Didion, Sergio del Molino, Marcos Giralt Torrente. Normalmente en ellas sí hay espacio para la ficción, pero es una ficción sobria, amable, contenida. A medida que avanza Phil Jourdan se da al delirio, a una ficción delirante como el capítulo sobre el amante ruso de su madre o la ficción en la que ella sobrevive o esa carta enrabietada al mundo entero. Es interesante ese dejarse ir que no solemos encontrar en las novelas de este estilo, ese mostrar cierta humanidad, cierto descontrol, inseguridad, miedo, odio…
6. La traducción es de Pilar Cáceres y me parece bien. No tengo el original para contrastar pero el libro se lee perfectamente y tiene la sencillez en la palabra que esta prosa requiere. Quizá ciertos problemas con el leísmo.
7. Imagino un encuentro entre Piedad Bonnet y Phil Jourdan y una larga conversación entre una madre que perdió a su hijo y un hijo que perdió a su madre. Acabo de escribir esto con esa imagen en la cabeza.
Conocía (y tengo) el libro de Piedad Bonnet pero no el de Phil Jourdan. Gracias por la información.
Saludos
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