1. Aquí va un preámbulo sobre los libros autoeditados. Si no les apetece pasen al punto 3 para la reseña. El rayo que nos parta, de Jesús Artacho, es un libro autoeditado (el autocorrector se empeña en señalarme automedicado). Yo era de los que despreciaban la autoedición, lo veía como un fracaso. Fue Félix Romeo el que me hizo cambiar de opinión, el que me hizo ver que no había nada malo en autoeditarse un libro. A fin de cuentas, el que elige qué se publica o no es un editor y en una gran mayoría de veces lo hace poniendo en juego valores económicos (no sólo, claro), la posibilidad de que el libro (ya sea por renombre del autor, ya sea por calidad literaria a su parecer) cubra al menos los gastos invertidos. A veces se hace imposible (sobre todo al principio) sacar un libro, por qué no sacarlo tú si tienes confianza en tu creación (o, ya, siendo más prosaicos, por qué no sacarlo tú si te apetece, te sale de las narices, vamos). Félix, mucho más sólido en sus argumentaciones se sabía una lista de escritores, que ahora consideraríamos fundamentales, que se habían autoeditado sus primeros libros. A saber, Borges pagando la edición de Fervor de Buenos Aires, la madre de Rimbaud pagando la edición de Una temporada en el Infierno o El túnel que no salió hasta que Sábato pagó la edición. En cualquier caso, ahora, devaluar de primeras y por sistema un libro porque ha sido autoeditado me parece un absurdo del tamaño de un toro de Lidia.
2. El rayo que nos parta ha sido publicada con la ayuda de CONSTRUCCIONES GORUIZ, S. L. y a mí, qué quieren que les diga, me produce cierto placer extraño leer que una constructora financia un libro. Llámenme tonto pero hay cierta justicia poética en ello.
3. Al lío. El rayo que nos parta es un libro de cuentos pero no sólo. Actúa como cajón de sastre en el que caben cuentos largos, microrrelatos, greguerías, reflexiones, paradojas, aforismos. Jesús Artacho escribe que es una delicia y así nos lo hace saber en este libro. Como todo primer libro es un libro para dejarse ver, para decir: aquí estoy, eso hace y hace bien. Encontramos tonos kafkianos, encontramos tonos borgianos, encontramos tonos limpios y despojados, encontramos tonos gomezsernianos, tonos rocambolescos. Personalmente uno tiene sus gustos y preferiría más de los cuentos largos como Laberintos, Salón con buque, Último tren o Phillies que las paradojas, ideas, greguerías, tuits.
4. Siempre me gusta encontrar reflexiones sobre la escritura y a los escritores de cuentos parece gustarles reflexionar sobre el acto de escribir, en Topos Jesús Artacho hace lo propio:
La vida de escritor, piensa uno a veces, es como la vida de un topo. Un topo que se mueve por su madriguera, que descubre y explora las madrigueras que abrieron otros topos, que trata en el mejor de los casos de escarbar una nueva senda o de ahondar en una ya abierta, dentro de esa gran madriguera de la literatura, llena de caminos que se cruzan y que ya parece no admitir más vías.
5. Pese a la diversidad, leyendo El rayo que nos parta, uno tiene la sensación que está ante una pasarela de personajes solitarios, cada cuento, a su manera, deja cierto poso melancólico, incluso los más locos, cierta amargura solitaria, cierta belleza sublime (como toda buena soledad) que se nos escapa. Y nos hace sentir un poco protagonistas de esos cuentos, que al final parecen el mismo aunque todos sean diferentes, tengan distintos nombres y sexos y condiciones, todos no son el autor (al contrario de lo que se suele decir), todos somos nosotros.
Breve nota para interesados: El rayo que nos parta, de Jesús Artacho, puede solicitarse enviando un email a: .
[…] poco, os invito a pasaros por los espacios de otros lectores (La orilla de las letras, Yossi, Tanyible, Desde la ciudad sin cines) que, como yo, han quedado convencidos por este chico sureño que […]