Hemos quedado en la librería de Lola Larumbe con los autores de Fábula, Benito del Pliego y Pedro Núñez, para hablar con ellos sobre este libro tan particular. Se trataba sobre todo de que nos contaran sobre el proceso de creación, también sobre sus pretensiones, sobre ellos mismos. Algo así como el making off que, en fin y como no podía ser de otro modo, acabó siendo algo más: grabamos a Benito recitando un par de poemas -dejaremos aquí testimonio de una parte de la hazaña- a la par que Pedro creaba figuras insospechadas doblando cuartillas de papel qué sé yo la de veces. Lo que da de sí un libro.
Empezamos hablando de otro título, del que son también ambos autores, y de otra editorial , que tiene, dicho sea de paso, toda la pinta de ser muy de esta casa: «Poesía, viajes y rock and roll».
Benito: Te hemos traído un ejemplar de Índice para que lo veas.
… un poemario escrito entre 1999 y 2003 en Estados Unidos y Guatemala. Tras presentarse en forma de poema sinfónico en Atlanta o recibir dos de sus secciones el Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya…
Es una editorial muy pequeña que unos amigos están tratando ahora de poner en forma: Varasek Ediciones. Este es de la colección de poesía; tienen otra de libro de viaje. Funcionan igual que Aristas de manera totalmente independiente. Intentan encontrar un cauce de distribución razonable.
Recuerda la extrañeza del pie desnudo, moreno, de piel casi quemada; después piensa en sus ojos al hablar de la muerte de Alberto. Luego, superpuesta en la memoria, confunde la imagen, y así, al recordar su pie, ve brotar su llanto.
¿Por qué libros como este, o como Fábula, que lo tiene todo para triunfar, pasan desapercibidos?
Benito: Nos veníamos quejando de lo que hacen los suplementos literarios, según veníamos para acá. Qué bien que haya gente como tú con un criterio diferente, de verdad.
Pedro: Estos medios de referencia, digamos, como son El cultural o Babelia desconocen esta realidad de forma sistemática, de tal manera que todos lleguemos a pensar que no hay nada más allá de Acantilado, Anagrama, etc. Hay más cosas bajo el sol.
[No le vamos a dar muchas vueltas a esto; estamos centrados en el libro, es de lo que queremos hablar.]
Contadme cómo os encontráis, cómo surge el que colaboréis juntos vosotros dos.
Pedro: La tira de años hace ya, desde principios de los noventa. Nos conocimos en la tertulia que tenía Benito con Enrique Mercado…
Benito: La primera referencia que yo recuerdo es con Rodolfo Franco, también autor de Aristas Martinez. «Conozco a un chileno que hace unos mandalas, unas cosas curiosísimas, tienes que conocerlo», me dijo. Y bien, desde el principio conectamos muy bien. Fueron luego unos años de colaboración intensísima, que se ha mantenido hasta ahora, en torno a un colectivo de artes plásticas y poesía que se llama Delta 9. Hacíamos unas publicaciones en serigrafía donde la imagen venía de Pedro. Luego se procesaba de manera colectiva, color, formato, y se publicaba de forma periódica.
Pedro: Siete números y medio alcanzamos a sacar. Y seguimos teniendo la esperanza de que vamos a poder completar ese medio ¡e incluso hacer más! Los hechos son tozudos y no nos lo permiten de momento. [El tono es jocoso.]
Benito: Todo esto en los años 90, cuando en poesía había que abrirse camino casi que con una palanca. Se había instalado en el entorno, al menos en el español, el madrileño, una especie de nube gris en torno a lo que se podía escribir, a lo que se debía hacer. Y nosotros estábamos en el punto diametralmente opuesto, incluso geográficamente. Predominaba lo latinoamericano. La otra persona que fue central en aquel proyecto es Andrés Fisher. Tanto él como Pedro habían llegado años atrás de Latinoamérica, Chile, Rodolfo venía de Brasil, con un mundo de imágenes también muy potente, vinculado a los aspectos gráficos de la poesía. Y además, digamos, teníamos unos hábitos vitales que se entendían muy bien. Lo cierto es que fueron unos años un poco locos.
Pedro: Sí, sí. Benito estaba terminando su carrera. Estábamos instalados en la inestabilidad. Yo llegué a España a finales del año 87, huyendo un poco de esa mediocridad, de ese caminar en líneas rectas, ida y vuelta. Cumplí aquí los 30 años. Me fui de allí in extremis, con la sensación de si no me movía entonces ya no lo haría nunca. La idea era venir por unos tres años. Y a los seis meses sabía que iba a quedarme, que no iba a regresar, que este era mi sitio. Comencé a formarme como autodidacta.
Benito: Se dio en seguida una comunicación fortísima entre distintos campos artísticos que coincidían, por así decir, en la lectura, en la poética, de una manera extraordinaria. Por mi parte, yo me sentía como un crío, en ese punto del que habla Pedro de autoformación, de inicio.
Pedro: Fue un punto axial para todos nosotros. El punto de partida de lo que estamos haciendo ahora.
Benito: Y es algo que se mantiene en los trabajos que hemos hecho después, fuera de esta colectivo a lo largo de todos estos años. Seguimos compartiendo buena parte de sus presupuestos. En Delta 9 se publicaría mi primer libro de poemas: Fisiones. Es un libro con una serie de grabados, toda la obra procedía de Pedro, la serigrafía la hicimos en el colectivo. Ya era un diálogo con la imagen muy fuerte.
Y seguimos con otros trabajos: Índice, por ejemplo. Otro proyecto en el que como en Fábula buscamos maneras, no digo de coincidir, sino de, en cierto modo, establecer vínculos inesperados entre la imagen y el texto, de forma que una y otro puedan funcionar de forma independiente, pero que una vez que el lector o espectador establece relaciones las fije desde su propia perspectiva.
[Interrrumpe Pedro, aclara:]
Pedro: El lector lector, diría yo. Porque estas imágenes son texto. Eso es lo que pretenden; están compuestas por signos, como un texto, y pretenden ser leídas, más que visualizadas.
Háblanos del tipo Súper-Veloz.
Pedro: Sí. Utilizo elementos extraídos de esta batería de elementos visuales que fueron creados con otros fines distintos a los que yo les he dado. Me resultaba muy atractiva la idea de trabajar con elementos dados. De la misma manera que Benito escribe con letras, está obligado a ello para escribir, yo me quise obligar también a usar un conjunto, un corpus de elementos visuales con el cual componer todas las imágenes. Eso le daría, de un lado, unidad al libro, y, de otro, me permitiría a mí acercarme a este ejercicio de la escritura. Hay un afán de buscar una sintaxis, por así decir. No es un libro ilustrado, entonces. Ni prentende serlo.
En este sentido, a veces me llegan textos de poetas amigos que pretenden que hagamos una edición conjunta con ilustraciones… y es que no me gustan los libros con ilustraciones. No me veo leyendo un libro buscando imágenes para ilustrar. Esto que hacemos en Fábula es otra cosa. Surge de un diálogo.
Benito: Hubo una conversación muy intensa. Los textos comenzaron a escribirse sobre el año 2000, yo estaba viviendo en Atlanta. Había un corpus pequeño de textos que ya estaban, de alguna forma, imbuidos del espíritu del trabajo de Pedro. En primer lugar por su relación con el I Ching, que proviene de su propia manera de consultarlo. Era ya entonces un gran lector del libro, y yo comencé a consultarlo por el interés que genera la manera en que él lo consulta. Tengo notas de aquella época, años 90, en las que hablo de este interés que tiene la consulta del libro no solo en términos oraculares, sino en términos estrictamente literarios: qué significaba plantear una pregunta a un libro para que el libro la respondiese a través de la interpretación del lector, qué significaba poéticamente, en términos de escritura. Ya desde esa perspectiva es como empiezo a escribir textos, el libro va aumentando de tamaño, creciendo.
¿Y cómo llegáis a Aristas Martínez?
Benito: Llegamos por Rodolfo Franco; nos presenta en una feria del libro. Me contaron lo que estaban haciendo, e inmediatamente recuerdo que les hablé, entre otras cosas, de este proyecto. Y estos diálogos hicieron que el libro creciera en exigencia.
Es mucho tiempo el que os lleva ultimarlo.
Pedro: Mucho tiempo. Mucho. Porque recuerdo que a veces se cerraban los tiempos. Al principio parecía que iba a sacarse adelante con otro editor, y el hecho de que no saliera permitió volver al libro, revisarlo de nuevo… Y en cada uno de estos nuevos abordajes fue ganando en depuración.
Empecé a trabajar este libro, una vez que ya estaba armado como tal, leyéndolo de corrido. Y me puse a trabajar inmediatamente con alguno de los textos, con los que más me habían impresionado. En ese primer momento buscaba un lenguaje común a todas las imágenes. En este sentido, exploré varias líneas. Con este tipo Súper-Veloz sentía que podía abordarlas todas, sus elementos me dan la unidad que quiero y me permite también tener libertad para trabajar. Descubro un lenguaje, un aparato de signos, que me permite dialogar con este otro aparato de signos que es el texto. Empiezo así a trabajar en algunas imágenes, y tardo muchísimo… Y Benito un día, en una de estas conversaciones por teléfono, me pregunta:
-¿Y qué tal va Fábula?
-Va estupendo –le digo-. La serpiente y el perro ya están listos.
(Se hace entonces un enorme silencio al otro lado del teléfono:)
-Pedro, no hay serpiente.
[Nos reímos. Ay]
Ahí me doy cuenta de que tengo que volver a leerme el libro y empezar a trabajar ya con el texto al lado; había estado trabajando de manera independiente. Es cuando empieza la segunda etapa. Es cuando se produce el diálogo. Las imágenes van saliendo una a una, algunas se resisten más que otras, tiene que intervenir Benito, elegir a veces entre dos o tres opciones.
Benito: Empezamos así nosotros con el mismo juego, el mismo diálogo que le proponemos al lector: hacer unas asociaciones de imágenes que no son inmediatas. Por ejemplo, El lobo, estoy pensando ahora, ¿qué imagen asocias con esta fábula? Yo lo veía desde una perspectiva, no necesariamente coincidíamos.
Lo interesante era que en este proceso se va creando un libro donde las dos partes, la gráfica y la textual, están creando un libro diferente, propio. No es casual que en la portada de Fábula no se especifique quién es el autor del texto y quién el de las imágenes.
Pedro: Una de las cosas que a mí me preocupaba mucho, pensando ya en el resultado final, en relación a estas imágenes, era que no quería que cerraran el texto. Fue casi una obsesión. No quería que fuera como cuando una ilustración en un libro cierra poniendo cara al protagonista, por ejemplo. Pasa también cuando se hace una película sobre una obra literaria. La imagen que uno tiene de Ana Karenina es una, está en el libro de Tolstoi. Y luego está la imagen del cine.
Benito: Las asociaciones, si se dan, lo hacen de una forma muy vaga. Sobre todo si se va desde el índice. Es luego cuando aparecen, ya a la vista de la imagen y la lectura del texto.
Aparecen al final una serie de asociaciones con personas reales.
Benito: Son asociaciones que se establecen con personas y que son una sugerencia para que el lector haga las suyas propias.
Pedro: En el caso de la hormiga, por ejemplo, la tenía resuelta ya mentalmente, era algo muy claro porque es un poema que está dedicado a una amiga en común, Teresa Cerdá. Es el retrato de Teresa.
Y esta segunda parte, o primera, según cómo se mire, La voz del oído… ¿a quién se dirige? ¿Quién es ese interlocutor?
Benito: Es la voz del oído, del lenguaje, lo que habla dentro de nosotros. Pedro ahí también hizo una interpretación en términos gráficos maravillosa, y finísima. Esas líneas que penetran el círculo.
Pedro: Tenían que ser imágenes mudas, muy silenciosas y, al mismo tiempo, claramente sonoras. Cuando tú lees a un autor que te gusta, inmediatamente, en cuanto empiezas a leer, aparece una voz en el cerebro que no es la tuya, que tampoco es literalmente la voz del autor: es la voz del texto. Y tiene una sonoridad espectacular. Y esto sucede incluso con autores que no te gustan. Se me ocurre por ejemplo Saramago, que no es una autor que me guste especialmente. Esa voz está muy presente.
Benito: En este caso mi intención tenía más que ver con la voz del lenguaje, con la voz de los hablantes. Recuerdo una anécdota durante aquellos años en Atlanta que me llamó mucho la atención. Estaba leyendo algo sobre secuestros. Secuestros durante los que las personas aparecen aisladas durante temporadas muy largas y decían, y probablemente me esté inventando el contenido del artículo, que se producía una especie de disociación de las identidades por necesidades meramente comunicativas, por la necesidad de hablar con. El lenguaje, ocurre, que siempre es ese hablar con. El libro está dedicado a mi padre y a mi madre, las personas a través de las cuales recibo el lenguaje.
El acierto de los editores, es algo que surge en el proceso propiamente de edición, es el pensar e idear un libro que se abre en dos direcciones. Es una solución a la que llegan ellos.
Es una preciosidad el libro, sus dos cintitas…
Benito: Y la posibilidad de hacer una lectura —que yo llamo oracular con cierta prevención; no le quiero asignar una carga que puede ser tomada como estrictamente religiosa, no es esa la intención— estableciendo una serie de ecos, de conexiones, entre la sección de Fábula y la de La voz del oído, porque los puedes tener enfrentados en la lectura, ir de uno a otro.
Pedro: Sara y Cisco son unos editores muy muy dedicados. Se toman tan en serio la elección de la tipografía como el color de las cintitas o esta pieza del lomo [Se refiere a la cadeneta]. La lectura empieza por el tacto. Tardamos mucho tiempo en definir cada parte, se trabajó muchísimo. No había visto antes esta minuciosidad.
Benito: Yo estaba ya en Carolina del Norte, donde estoy ahora, y recuerdo que nos comunicábamos por skype. Volvíamos una y otra vez, intercambiábamos documentos… Es muy inusual. Es la parte que engrandece el trabajo que nosotros ya habíamos hecho.
Pedro: Si, totalmente. Es importante, por ejemplo, el espacio que, dentro de la página, ocupa la imagen. Y ellos lo vieron, y se preocuparon.
Es un libro con muchas lecturas, también, muy vivo.
Pedro: Claro, eso es. No es un libro de consumo, algo que se usa tanto ahora, leer como el que consume algo, la lectura del libro lo agota.
Benito: Es un libro que no se acaba, de esos que se quedan contigo, en la mesilla de noche, en tu cabeza. Tiene vocación de permanencia. Es lo que me interesa a mí de la poesía: su capacidad de transformación, que no te deje indiferente. Lo contrario es una poesía mediocre, que no quiere causar problemas al lector, que quiere agradarlo, buscar un tipo de identificación. En Fábula también se busca, pero de otro tipo. Recuerdo que hubo gente en las lecturas que hicimos que se me acercaba: «Oye, es un texto durísimo».
Pedro: Es esto sobre lo que hablaba Kafka, que lo que se le pide a un texto no es que te deje contento y satisfecho, si no que rompa el hielo de la indiferencia con un hacha, que te destroce. Son los textos que le interesan a Kafka. Y a mí también. Los que te hacen polvo.
Benito: Para mí es una cuestión vital, el no separar el cómo se escribe de cómo se vive. En el caso del lector es saber encontrar en la escritura una capacidad de renovación, de intensificación de la vida…
Pedro: …sus propios ecos, sus abismos.
Benito: Hay una parte en la poesía, también en las artes gráficas en general y todo lo que tiene que ver con la imagen, incluso el trabajo que hace Pedro con plegaduras, que tiene algo de reflexivo, de meditativo.
Pedro: Es una sola hoja de papel pasan cosas que me interesan: por ejemplo, no hay un anverso y un reverso: hay tres anversos y tres reversos. A partir, ya digo, de una sola hoja de papel.
[Ha sacado Pedro de sus bolsillos una hoja de papel plegada una y otra vez, esa figura con tres anversos y tres reversos: ya no es una hoja de papel que se ha plegado una y otra vez.
Y así es como nos vamos: queda todo abierto: Benito lee, tal y como suena aquí, El piojo:]
-Sobre lo indiscutible es mejor guardar silencio.
La inquietud crece en ti, vive de ti y te habita. Para librarse acaso la única salida es cortarse la cabeza. Si no lo quieres así, más vale que aprendas a cuidar de ella.
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Fotografía: Manu Granadero
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[…] de las almorranas estuvo precedida sin embargo de la introducción a su obra por parte de otro poeta, Benito del Pliego, que realizó un prolijo y profundo análisis de Manicomio, sin que su rigor […]
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