Viernes 16. Meta Librería. Calle Joaquín María López, 29. Madrid.
Aquí debajo, el escaparate: además de libros —«Librería especializada en filosofía»— verán que están expuestas unas tazas muy graciosas. Pero lo importante es que si van a comprar libros para niños, también: fue el librero José Luis el que me recomendó ¿Por qué tienen nombre las cosas? (Errata Naturae, 2013), un Platón para niños que les deja —a los niños— con la boca abierta; habrán de leérselo varias veces. Es una gozada ver disfrutar a un niño así de la lectura, una maravilla lo que consiguen los libros bien pensados y bien hechos con los críos. Anótenselo, vayan por él.
Habíamos quedado a las 19:30 h. Repetimos la excusa que ya dimos en Muga para hablar de libros: Seducción y violencia en la economía digital, le pusimos.
«Os preguntaréis a qué nos referimos con economía digital. Nosotros también», comienza así Olga Sobrido. En esta ocasión contamos con la presencia de David Refoyo, Gonzalo Toca y Juan Vilá, «Tres jóvenes escritores de culto [1]».
Por fin se sientan…
«Por papanatismo digital yo entiendo esa ideología que asume sin la menor visión crítica todas las bondades de internet y la tecnología. De eso es de lo que se habla en Srta. Google. Por un lado es una historia de amor —o de no amor, de la imposibilidad del amor en nuestro días— y por el otro tiene algo, bastante, de panfleto antitecnológico y en contra de este papanatismo digital». Así empieza Juan. Y continúa dando algunos datos: «Kodac daba empleo a 140.000 personas en todo el mundo. En 2012 se declara en quiebra. Es cuando facebook compra Instagram por mil millones de dólares. Instagram daba trabajo solamente a 13 empleados». O sea. «Otro dato es que solo en 2012 en EEUU se cerraron 42.000 librerías por culpa de Amazon, fundamentalmente. El problema es que no solo vende libros, lo cual ya sería un problema, sino que es una gran supermercado que vende de todo, haciendo peligrar todo el pequeño comercio de todo el mundo». Un tercer dato: «Un estudio de la Universidad de Oxford asegura que el 47% de los trabajos están en peligro de aquí a 20 años, y que no es algo que vaya a afectar solo a la música, a la prensa, a la literatura… que va a empezar a afectar al transporte, a la logística».
Cuando le toca el turno a David Refoyo —les recomendamos la entrevista que hizo para esta casa al personaje de su novela, por cierto, léanla si aún no han tenido la oportunidad; incluye algún vídeo que ilustra lo que se dijo esta noche— advierte que con su intervención, «No sé qué tendrá preparado Gonzalo», seguramente quede aún más apocalíptica la noche, si acaso Juan no nos ha desmoralizado por completo, él se ve muy capaz de ponernos la puntilla: «El papanatismo digital para mí son esas personas que se creen, por como actúan en las redes, muy críticos, pero que están escasamente movilizados, con lo que su poder real es mínimo». En El día después David hace una traslación política de los resultados del fútbol. «Se habla también de la realidad virtual, de cómo el uso de las redes sociales permite que se hable con mayor facilidad que antes de lo que el poder quiere, cómo somos más manipulables en este sentido. El poner entendido como lo que apuntaba Juan, esas macro-organizaciones, esas grandes corporaciones. Ya no es la clase política la que manda».
Por fin le toca el turno a Gonzalo, cuyo discurso, sabemos los que ya le hemos escuchado más veces, es optimista. «Antes de nada a mí me gustaría decir dos cosas sobre los dos libros. Creo que hay muchas razones para leerlos. Me pareció fascinante la manera en la que Juan con Srta.Google nos hablaba de bestias tristes, relaciones sórdidas, la chapuza, la precariedad. Es un hemisferio del mundo. El otro es la perfección de la tecnología, las promociones, los millonarios, la gente guapa, el dinero, la jubilación anticipada. En el caso del libro de David, hay algo que me llama la atención: me sorprende el planteamiento de la manipulación de las pasiones, me encanta la idea de alguien que puede aprender pautas, asimilarlas, comprenderlas y llegar a predecir los resultados de los partidos de fútbol con una teoría política, o del abuso y de la corrupción política».
Dirá también Gonzalo: «Apoyándome en los límites de los que hablan Juan y David, lo que sostengo en mi libro es que hay esperanza. Y la hay no por la tecnología, que también. La hay por nosotros. Porque en los últimos años hemos visto cómo en España se respiraba un entorno que los que vivieron en los 70 no habían visto en muchas décadas. Un entorno no solo de movilización ciudadana, sino un entorno en el que esta se ha convertido en algo infinitamente más constructivo, y que es el hacer propuestas, montar plataformas, abrir negocios, para reemplazar un sistema que algunos pueden considerar que es un sistema moribundo o insalvable. En cualquier caso, es innegable que hay personas que están creando un mundo paralelo, una alternativa».
Interviene José Luis, el librero de Meta: «Tengo una pregunta de filósofo para vosotros, un comentario. Está todo muy mal, pero nadie quiere bajarse de la burra, es decir. Seguimos comprando en Amazon y no hay ni un autor que no quiera estar en Amazon». Le contesta Juan: «Yo como autor no tengo nada que decir ahí, no sé si estoy o no en Amazon. Tú hay cosas que sí que puedes hacer: como consumidor no compro en Amazon desde que una vez les pidiera una factura con IVA y me la negaran. Pero como autor —hablo de mis libros anteriores; este, Srta. Google, está en tanyible, que funciona muy bien, paga sus impuestos, etc.— el margen de negociación que tiene un autor con su editor es mínimo. No sé si Pérez Reverte tendrá un margen diferente, pero alguien como yo… ».
Y acabamos con una reflexión de librero y filósofo: «Si echas la vista atrás, las grandes revoluciones se han llevado a cabo sin internet: Shell en los 70, Enron, etc. No se ha conseguido el nivel de compromiso que había antes con tanto internet. Con el teléfono en los 70 fue suficiente». Y la respuesta de Gonzalo: «No estoy tan seguro. La cuestión fundamental es que ahora es más fácil, desde mi punto de vista. También es más sencillo, y además es más sencillo proponer alternativas constructivas, no solo intentar colapsar un sistema. Creo que gracias a las nuevas tecnologías la sociedad que quiere movilizarse se moviliza, y la personas que quieren comprometerse, se comprometen».
[1] Un escritor deja de ser de culto cuando vende en un mes más de 5.000 ejemplares. Más o menos.
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Soy, sin saberlo, una escritora de culto.
La autopublicación que se da en Amazon proporciona al escritor beneficios materiales impensables con una editorial tradicional y la posibilidad teórica de llegar a un mayor número de lectores. Eso funciona muy bien en Estados Unidos y, en general, en el mercado anglosajón, pero no en España; aquí el libro digital no termina de cuajar. Por otro lado, el buen lector sabe que los autores que proliferan por Amazon y que publicitan sus libros sin descanso a través de las Redes Sociales raras veces escriben literatura. Son libros incomestibles, son libros basura que quizá, a falta de otra cosa, se consuman como una hamburguesa de Mcdonald’s.
Ante este panorama, he optado por escribir en inglés o al menos por intentarlos.