Si la concisión es una virtud, Friedrich Tolberg debería haber ganado varios premios dedicados a su fomento. Incluso, por qué no, dar nombre a un galardón: «Memorial Friedrich Tolberg al escritor más preciso». Incluir en 66 páginas varios asuntos de enorme calado en torno al Holocausto y los campos de exterminio sólo puede estar al alcance de un prosista de ideas claras, perspicaces y enorme sentido del ritmo y la estructura del relato. Y es que la gravedad de los temas tratados en Mía es la venganza, y la imaginación con las que se desarrollan, puede llevar a prestar más atención al contenido que al continente, siendo este libro uno de esos casos en que ambos van de la mano de una forma tan férrea y a la vez tan fluida, que la pareja de baile ha de considerarse sin dejar a un lado a ninguno de los dos miembros. Esta cadencia, esta armonía, unida a la capacidad de narrar unos hechos atroces mediante la propuesta de un terrible juego mental que consigue atraer de inmediato la atención del lector, hacen de la obra uno de los relatos más importantes, y sin duda más originales, sobre los sucesos que llevaron a miles de personas a su exterminio en los campos de concentración alemanes durante la II Guerra Mundial. Un mérito más, Tolberg publicó este cuento en 1943, cuando aún sectores de las potencias occidentales ni siquiera eran conscientes o al menos no podían asumir del todo la magnitud de las ejecuciones y torturas masivas. De hecho, Alemania toma la decisión de poner en marcha la llamada «Solución final» durante la conferencia de Wannsee, en enero de 1942.
La editorial Sajalín ha publicado ahora esta obra inédita en España, con lo que se crea la falsa sensación de que el relato se suma a los muchos que hay sobre el Holocausto, cuando su contexto es importante también por otro motivo. Sionista convencido, Tolberg plantea en Mía es la venganza los rudimentos ideológicos en los que ha de basarse el Estado de Israel, en lo que supone una ruptura con la tradición judía que representa el personaje protagonista, que ha de decidir entre el destino al que le aboca el devenir asumido por su pueblo durante siglos o una nueva forma de proceder que corta con determinadas inercias aunque cobrándose un costoso peaje.
La obra encierra por tanto una doble lectura. En primer lugar nos encontramos con el relato de ficción de carácter histórico que va sorteando la truculencia de todo el horror del Holocausto. En segundo lugar, una exposición soterrada de algunos principios muy generales de carácter político. Si sumamos todos los factores a la comentada fecha de publicación, este prodigio de condensación y brevedad se puede ya contemplar desde una perspectiva mucho más amplia, dejando atrás el lastre de la inexplicable falta de traducción durante casi 70 años.
Quizá sea una lástima, entiéndase la exageración, que el bagaje de un alto porcentaje de lectores cuente con un conocimiento sobrado de estos asuntos gracias a libros, cómics, películas, documentales o series, por lo que se pierde sin duda ese carácter inaugural de Mía es la venganza, casi imposible de captar tras tantísimas obras dedicadas a desmenuzar desde todos los puntos de vista este pasaje de la historia. Sin embargo, su fuerza narrativa y su singular planteamiento —basado durante muchas páginas en un enigmático martirio y en un juego intelectual generado por el miedo a la muerte y por cómo se muere— consiguen que este relato destaque por encima de la mayoría y se coloque entre los mejores, más ingeniosos y más duros, al proponer un problema ético donde todas las opciones provocan pérdidas graves.
La editorial Sajalín completa el libro con otro cuento, El retorno del Golem. Trata sobre la colaboración entre los nazis y varios grupos de judíos con una jerarquía muy particular que intentan hacer un registro de los objetos y documentación de tipo religioso de este pueblo en el gueto de Praga. La propuesta podría tener aún más sutilezas del horror que Mía es la venganza, pero su calidad contrasta demasiado con la del texto que le precede. Es un aceptable complemento pero su desarrollo, demasiado centrado en asuntos religiosos y con unas relaciones entre personajes basadas en diálogos y situaciones algo reiterativas y poco impactantes, pueden hacer que parezca aburrido en comparación pese al interés de lo que sugiere en sus primeras páginas.