La escena tuvo lugar en el Teatro Curran de San Francisco, durante una prueba de vestuario en el rodaje de Eva al desnudo (All About Eve, 1950): Ante la estupefacta mirada de Edith Head, Bette Davis se lanza en plancha a un diván y empieza a revolcarse. «¿Acaso se ha clavado un alfiler?», se pregunta la Head, alarmada. Bette detiene su moción de rebocina y se incorpora sonriente: quería poner a prueba la holgura y factura del vestido para una escena en la que Margo Channing discute y forcejea en el lecho del escenario con Bill Sampson, interpretado por el gallardo Gary Merrill. «¡Pero esa escena no aparece en el guión!» protesta Edith, «No está, pero es lo que voy a hacer». Y así fue como se interpretó esa escena. Hay que decir que la Davis tenía alguna intención que iba más allá de crear una gran interpretación, no en vano ella y Gary Merrill se casarían tras finalizar el rodaje: ¡Ah, pillina!
El diseñador de vestuario de la película era Charles LeMaire, de la 20th Century Fox. Sin embargo, excepcionalmente, Edith Head trabajó en aquella película para encargarse específicamente del vestuario de la Davis a petición expresa de la actriz: La legendaria Edith Head, conocida por su inteligencia y tacto en su trato con los actores, se había ganado la confianza de Bette vistiéndola en otra película de manera muy satisfactoria (Davis había sido vestida hasta entonces por el renombrado Orry-Kelly, con quien había dejado de trabajar tras demasiadas discusiones), lo cual dice mucho del prestigio de la Head en aquel momento.
No sé hasta qué punto se podría considerar a Edith Head como la mejor diseñadora de vestuario de la historia de Hollywood, como pregona el subtítulo del libro que reseño aquí: Edith Head (Running Press, 2010); por calidad, tenacidad y longevidad profesional estuvo ciertamente entre los más grandes. Debido al formato, el libro de Jay Jorgensen se podría definir como un coffee table book. Hay que decir, sin embargo, que bajo su lustroso aspecto y entre las fantásticas fotos y bocetos que hacen de él un libro realmente muy agradable a la vista, hay una biografía extensa, bien estructurada, documentada y puesta al día, que va más allá de la oficialista biografía de Paddy Callistro[1], un poco contagiada por la leyenda que la Head se había creado, o la más franca y reveladora de David Chiericchetti[2], que conoció a la Head de mayor y tuvo ocasión de obtener confidencias y algún suculento cotilleo de la diseñadora (por ejemplo, sobre los cuerpos mortales a los que el vestuario arreglaba y convertía en estelares y fotogénicos: la imagen divina de los astros de Hollywood, queridos/as, es pura ficción).
Parte del éxito de la Head estriba en haberse convertido en un icono ella misma, con su característico flequillo, su expresión seria, sus gafas oscuras, sus severos trajes chaqueta; una imagen personal inconfundible, aunque este uniforme de trabajo respondía a unas razones eminentemente prácticas: Edith Head no sonreía en las fotos de estudio por sentir un cierto complejo sobre el aspecto de sus dientes, las gafas las usaba para visualizar cual sería el aspecto de un vestido en blanco y negro (tras la generalización del cine en color, las mantendría como imagen de marca), y sus severos trajes chaqueta los usaba para no destacar cuando en el estudio ajustaba la ropa a algún actor: el protagonismo visual debía ser de la estrella; en su vida privada, Head prefería vestidos coloridos, reminiscencia de su adolescencia en Méjico.
Nadie le hubiera dicho a Edith Head, que trabajaba como maestra en un colegio para señoritas californiano mientras tomaba clases de arte en su tiempo libre, que iba a acabar trabajando en el cine. Tras ver una oferta de trabajo de la Famous Players-Lasky —luego Paramount— se presentó en el estudio con un surtido variado de bocetos que mostraban una gran solvencia gráfica y capacidad de tocar varios estilos diferentes: en realidad, Edith, insegura de cara a la entrevista, había pedido prestados algunos bocetos a sus compañeros de clase para asegurarse el puesto de trabajo. Al ser contratada se siente un poco sobrepasada y le confiesa su treta al jefe de vestuario, Howard Greer, quien disculpó a Edith y la mantuvo en su puesto de trabajo, enseñándole los trucos del oficio. En aquellos tiempos Paramount no disponía de personal con el perfil preciso, Edith sabía idiomas y era útil para que el departamento de vestuario se comunicara con la Babel de intérpretes y empleados del estudio, y Greer estimó, con buen criterio, que la chica tenía talento y se le podía disculpar la mentirijilla: A partir de ahí, Edith head desarrollaría su carrera en la Paramount, que sería su casa hasta finales de los 60, cuando marcha a la Universal.
La artimaña de la Head para conseguir el trabajo —nunca ocultada por ella— le creó una injusta fama de oportunista entre sus críticos, y es justo decir que si Edith tuvo que vérselas y deseárselas para llegar a lo más alto de su profesión y luego mantenerse ahí, su táctica, más que la zancadilla, era trabajar duro y afinar sus dotes de persuasión: Si una lee, por ejemplo, su libro How to Dress for Success[3] —un compendio de consejos para crearte un buen fondo de armario, sacarte partido y estar divina de la muerte—, puede percibir que la Head entendía el vestido como un arma eficiente para defenderse en la vida, conseguir un buen trabajo y triunfar socialmente. El vestido como arma para la arribista o la moza a la caza de marido, tal como ella lo refleja en su libro, no dejan de reflejar una personalidad que se ha moldeado para sobrevivir en un entorno altamente competitivo.
Durante varios años Edith se mantuvo en segundo plano, primero bajo el ala de Greer, luego a la sombra de Travis Banton, que llegaría a la Paramount como un fichaje estrella. A Edith le asignaban tareas secundarias de poco lucimiento, y ocasionalmente alguna estrella con las que los primeros espadas no estaban del todo cómodos a la hora de vestirlas, como Clara Bow, o cuando los diseñadores principales no estaban disponibles, como la explosiva Mae West. Esta última fue considerada por Edith como un personaje crucial en su evolución, ya que la proveyó con perlas de sabiduría de artista curtida en la vida y las tablas. De ella diría la diseñadora: «Me enseñó lo que una mujer puede hacer con un formato». Y, ciertamente, lo aprendió bien. La West es autora de una frase que Edith Head recordaría toda su vida y que tendría como lema a la hora de crear diseños para hacer más radiantes a las estrellas de Hollywood: «Haz el vestido lo suficientemente holgado para demostrar que soy una dama, pero lo suficientemente ajustado para que vean que soy una mujer».
Uno de los factores del éxito de la Head fue que trataba con el mismo respeto y corrección a la estrella que a la figurante con frase, lo cual resultaría una buena política, ya que algunas de estas figurantes llegarían en su momento a estrellas, y mantendrían al adquirir su nuevo status su confianza en ella. Serían los casos de Barbara Stanwyck y más tarde de Shirley MacLaine y Natalie Wood, entre otras. Otro, que era capaz de escuchar y adaptarse al artista, incluso de aceptar sugerencias: «Creo que se debería permitir al actor que te discuta y te critique», diría. Otro truco de la Head consistía en no ser excesivamente esclava de las tendencias de moda; algo que aprendió por las malas cuando un vestuario para la Stanwick con una estética marcadamente años 40 —parcos en tela y sobrados en hombreras— quedó obsoleto prácticamente de la noche a la mañana con la irrupción del New Look de Christian Dior en 1949.
En 1938 Travis Banton abandonaría la Paramount y Head se convertiría entonces en la principal diseñadora del estudio. A partir de ese punto su carrera se acelera: en 1949 consiguió su primer Oscar de vestuario, iniciando una década gloriosa en la que se lucirá vistiendo a Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), a Bette Davis en Eva al desnudo (All About Eve, 1950) o a Elisabeth Taylor en Un lugar en el sol(A Place in The Sun, 1951), así como a las estrellas de Hitchcock en clásicos como La ventana indiscreta (Rear Window, 1954), Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955) Vértigo (1958), Los pájaros (The Birds, 1963) o Marnie la ladrona (Marnie, 1964). En esta época cuenta con la asistencia de la dibujante Grace Sprague, cuyo airoso estilo queda asociado a la mejor época de la Head.
Entre las actrices de Hitchcock de esta época destaca Grace Kelly, con la que Edith teje una de sus alianzas tras vestirla en La angustia de vivir (The Country Girl , 1954), por la que Kelly consigue in Oscar. Pese a que Edith Head será responsable del look de Grace en muchas de sus películas más memorables y a su amistad con la actriz, Edith no será la diseñadora del traje de boda de la Kelly con Rainiero de Mónaco, encargo que va a las manos de Helen Rose, diseñadora de vestuario de la Metro Goldwin Mayer, con quien la Kelly tenía su principal contrato. Como premio de consolación, Grace llevará en su luna de miel vestidos de Edith.
La pequeña traición de Grace Kelly se queda en una chiquillería si la comparamos con el caso de Audrey Hepburn. Vean si no: Audrey es lanzada como estrella en Vacaciones en Roma (Roman Holiday, 1953) vestida por Edith, que la convierte en la actriz de moda. El siguiente trabajo conjunto será Sabrina (1954), donde la Head se encontrará con la nada agradable sorpresa de que Audrey se ha ido de vacaciones a París y se ha traído todo el vestuario que piensa lucir en la película, obra de un tal Givenchy[4], que quiere llevar en la parte de la película en la que se ha transformado en una chica elegante y sofisticada, con lo que Edith tiene que tirar a la papelera todo los diseños realizados, excepción hecha del vestuario que lleva Sabrina-Hepburn cuando es una chica pobretona. A Givenchy no le molesta que su pequeña invasión en territorio de la diseñadora de la Paramount no sea acreditada en los títulos: chico listo, sabe que aparecerá en los créditos de las películas que llegarán: Edith Head se verá reducida a vestir las escenas en las que la Hepburn no es un perchero para Givenchy o algún otro mago parisino de la alta costura: ellos vestirán a la estrella, mientras que la Head viste al personaje y complementa el trabajo de la actriz lejos de oropeles.
Ahí, sin embargo, radica la diferencia entre Edith Head y otros diseñadores: en Hollywood, muchos modistos que trabajan para el cine, acaban dejando Hollywood para establecer su propia marca de alta costura, como el ya mencionado Travis Banton, el mítico Adrian o Helen Rose, por mencionar unos cuantos. Head, en cambio, y pese a sus populares apariciones en los medios como asesora de moda de la mujer media americana, será siempre fiel al cine, ya que lo que realmente le gustaba era colaborar con el actor en la creación del personaje: si Bette Davis le decía Edith, esta es la manera en la que quiero que actúen mis vestidos pues Edith hacía actuar a los vestidos de Bette, y con ello podía de paso dar rienda suelta a su creatividad, más que si se hubiera dedicado a crear colecciones contemporáneas de alta costura o pret-a-porter. Le gusta imaginar vestidos que crearan personajes y que contaran historias. Hay que decir que su trabajo requería ir bastante más allá de la simple idea presentada en un boceto y su realización en tela: «Para ser un buen diseñador en Hollywood, hay que ser una combinación de psiquiatra, artista, diseñadora de moda, costurera, alfiletero, historiadora, enfermera y asesora de compras, también».[5]
Edith Head se mantendrá fiel al cine hasta su muerte. La última película para la que trabajó, Cliente muerto no paga (Dead Men Don’t Wear Plaid, 1982), es un pastiche de viejos filmes y material nuevo que parodia y homenajea al Hollywood Clásico y a la serie negra. La película no deja de ser un epitafio a la era de los grandes estudios, la que había hecho posible la existencia de figuras como Edith, y que para entonces estaba definitivamente finiquitada. El cine seguirá existiendo, y con él los diseñadores de vestuario, pero ya nada volverá a ser lo mismo.
Notas al pie:
[1]Edith Head’s Hollywood de Paddy Calistro, editada originalmente en 1983 por E.P. Dutton, reeditada por Angel City Press en 2008.
[2] Edith Head. The life and times of Hollywood’s celebrated costume designer de David Chierichetti, Harper Collins Publishers, 2002. No quisiera dar la imagen de Chierichetti como el prototípico biógrafo cotilla: es un tipo de una erudición extraordinaria en lo que a historia del vestuario en Hollywood se refiere, así como de la era de los estudios. Recuerdo haber tenido la ocasión de ver a este autor hace años en el festival de cine de San Sebastian/Donostia, presentando una película de Mitchell Leisen, sobre el cual había escrito un estupendo libro editado por el Festival en castellano: su conocimiento era exhaustivo y su entusiasmo, contagioso.
[3] Random House, 1967. Reeditado por Abrams en 2011
[4] Audrey, en principio, fue a Paris para ser vestida por Balenciaga, pero el de Guetaria, que andaba muy liado, refirió a la Hepburn a su joven amigo Hubert de Givenchy.
[5] Este comentario parafrasea la frase de Billy Wilder describiendo el trabajo de un director de película, aunque el trabajo de Wilder aparenta ser algo más descansado en comparación