Sutileza o elegancia no son los adjetivos que se utilizarían para hablar de las noticias de sucesos en España. Antaño, el célebre periódico El Caso aglutinaba a asesinos, violadores, estafadores y ladrones. Tenían así su punto de encuentro en un diario exagerado y amarillista que, de seguir existiendo hoy día, seguramente regalase la reproducción en plástico del cuchillo jamonero con la que el Carnicero de Albacete degolló a sus quintillizos de dos años un día de luna llena poco antes de que lo encontraran aullando mientras chapoteaba en el Canal de María Cristina. Este tipo de publicaciones languidecieron con la entrada de la televisión en el mundillo de la víscera y sus evisceraciones. Gracias a los realitys de los años 90, El Caso quedó relegado. Tomaron su testigo los programas dedicados al humano arte de dañar al prójimo de todas las maneras posibles. Es un campo donde se valora mucho la creatividad. Luego ya no hizo falta ni eso. Los diarios convencionales o los informativos televisivos ordinarios se contagiaron del virus de la sangre y hoy podemos disfrutar de nuestra ración diaria de tropezones de pleura a mínimo que abramos un periódico o encendamos la tele. Los sucesos son plenamente democráticos y la ciudadanía tiene derecho a disfrutarlos desde bien temprano. Uno no es persona sin un café bien cargado por la mañana y sus pederastas, psicópatas, asaltantes armados y demás jornaleros del delito, que desde luego parecen compensar el dolor que causan con la distracción que proponen.
Muchos de ellos aparecen en las páginas de Carrefour es el Anticristo, desde el actor Michael Brea, que decapitó a su madre por orden de Dios, hasta los niños británicos de 11 años que intentaron violar en el 2010 a una niña de ocho, el coronel travestido que grabó en vídeo cómo asesinaba a dos mujeres o los sicarios mejicanos que ametrallaron a 17 jóvenes en una fiesta. Buena gente. Todos ellos saludaban siempre en la escalera. Y aparecen en forma de recorte o similares, es decir, tal cual, como una reproducción fiel en forma de noticia o comunicado. Y es que este libro de Ricardo Moreno Mira (editorial Lupercalia) se puede considerar más bien un experimento que invita a reflexionar sobre la relación entre realidad y ficción.
Se reproducen también anuncios de todo tipo, desde marcas conocidas de bebida, tabaco, colchones, alimentos, comida para perros, desodorantes o electrodomésticos, hasta algunos de páginas web, viajes y espectáculos eróticos. Entre unos y otros se intercalan poemas, relatos y pensamientos. La combinación pone en marcha un efecto curioso de rompecabezas donde se refleja el simulacro que supone aquello que tomamos como realidad y la verdad que se encierra en el mundo interior. Ambos campos no llegan a un punto de intersección. Viven y se comunican en la misma sustancia. Y el supermercado está más cerca de la locura o la guerra que de la placidez de escoger producto en una estantería. Este tipo de género híbrido funciona en la medida en que se implique el lector, que ha de tener algo de cómplice para perderse entre ofertas de geles de baño, matanzas variadas ofrecidas por los medios de comunicación y versos que pasan en torrente entre ellos…¿o al revés? En resumidas cuentas, una rareza que trata precisamente de llamar la atención sobre esa otra extrañeza que solemos identificar como normalidad.
TANTO AMOR HAY EN MÍ
En el año 1789 en París entre los edificios en llamas/las muchedumbre
gritaban “Estamos en el corazón de la Historia”
pero yo digo que nosotros Estamo
-ahora-
En el culo de la Historia
Y esta normalidad, de haber vivido en el siglo XXI, hubiera sido seguramente acicate para potenciar las visiones de George W. Russell, que tuvo su primera experiencia de este tipo a la tierna edad de cuatro años. Cuando la mayoría de nosotros apenas ha empezado a leer, el poeta irlandés veía el pasado y el futuro al contemplar unos narcisos. Sus padres debieron estar orgullosos. No todo el mundo tiene un niño que entre en trance. Tales cualidades místicas fueron resaltadas por el mismísimo Aldos Huxley en su obra Las puertas de la percepción. No en vano, como indica la introducción de La Casa de los Titanes y otros poemas, fue introducido en el movimiento de la teosofía por el celebérrimo William B. Yeats. Este tipo de movimientos, a finales del XIX, estaban entonces en auge dentro de cierta élite y tuvieron una influencia política real nada desdeñable.
Lupercalia recupera un fragmento de esta obra de W. Russell, junto a otros poemas seleccionados, y lo reivindica como una figura de suma importancia injustamente ignorada en nuestro país, de hecho esta es la primera traducción de su obra por una editorial española. Si tenemos en cuenta que además fue un personaje decisivo en la independencia de Irlanda y, más tarde, una vez quedó descontento con su país y marchó a Londres, apoyó a otros escritores de su patria (incluido James Joyce, que le menciona en el Ulises)… tenemos que esa ignorancia no habla especialmente bien de determinadas instituciones académicas y algunos trabajos -o mejor dicho, ausencia de trabajos- editoriales.
En La Casa de los Titanes encontramos un texto profético, exaltado, de tipo panteísta. Dioses paganos inspirados en la tradición celta se dan cita en un relato que encierra una mitología propia. Su longitud y tono contrastan con la selección de poemas más cortos, de tipo melódico. Tienden a una espiritualidad amable que concluye en armonía tras un principio convulso. Tanto el fragmento de La Casa de los Titanes como la antología resultan un acercamiento excelente a un escritor que llegó a ser traducido en alguna ocasión por Juan Ramón Jiménez. Quizá no llegue al nivel alcanzado por otros poetas irlandeses o ingleses de la época; sin embargo, sí que representa, mediante la unión de vida y obra, una forma de ver el mundo propia de aquellos años y a la que podemos acceder gracias al conocimiento tanto de sus versos como de sus peculiares andanzas como economista, político, pintor, teósofo, poeta y clarividente. El prólogo de Alejandra Adrover y Franciso Sempere abre las ganas de conocer más y mejor a este excéntrico personaje lleno de curiosidad, energía y capacidad de trabajo.
The Unkown God
EAR up the dim twlight fluttered
Moth-wings of vapour and flame:
The lights danced over the mountains.
Stars after star they came.The light grew thicker unheeded,
For silent and still were we;
Our hearts were drunk with a beauty
Our eyes could never see.El Dios Desconocido
LEJOS, en el negro occidente se agita
Una polilla sobre alas de bruma y fuego:
Y las luces centellean sobre las montañas,
Y regresan estrella tras estrella.La luz se dilata silenciosamente,
Caminamos entre la calma y la quietud;
Mientras nuestros corazones se embriagan por una belleza
Que nuestros ojos nunca podrán contemplar.