Ben Clark publicó Basura en 2011 (Editorial Delirio, Salamanca); ahora sale en versión digital. Ben Clark es un mastodonte de la poesía joven española, prolífico: escribe, traduce y agita culturalmente, y seguro que tiene además tiempo para salir de copas. Con ese nombre, ustedes dirán, ¿de dónde sale? Sale de la hermosa isla de Ibiza, de dónde si no. Es, entre otras cosas, el autor de uno de los libros mejor titulados de nuestra reciente historia, Los hijos de los hijos de la ira, que ganó el Premio Hiperión hace ya ocho años. Pueden echarle un ojo a su blog Del verso y lo adverso, ya por la versión 9.0, y leer algunas de sus traducciones.
No retrasemos el veredicto (hermoso proceso por el que me erijo en juez con el consentimiento de mí mismo): Basura es un gran libro. La verdad es que he ido y venido de los libros de Clark sin demasiada atención o mucho entusiasmo; a veces me asomaba al blog a ver qué escribía, pero siempre me parecía todo un poco para nada, un poco plano, un poco bah. Este lo he leído medio maravillado por su concepción, medio asqueado por su temática. Es un triunfo de libro por la cantidad de niveles que ofrece, casi tantos como las capas de basura que se van posando sobre la tierra, la Tierra, nuestra Tierra, nosotros.
Maneras de leer Basura:
1. Puede leerse como un relato de ficción. De esa ficción anclada en la realidad o, mejor, de esa ficción que la realidad ofrece. Es la historia de la lluvia en Sextilis contada por Tsutomu en Tokelau, es el captain Charles Moore y el joven Albert Kogler en el puerto de Kushiro. Es Edmund Trebus y los hermanos Collyer, es Yang Huany, la última hablante de nushu. Una verdadera pasarela de personajes increíbles sacados de nuestra (y cuando digo nuestra digo el Mundo) Historia. Como si nos estuviese contando nuestro relato cosmogónico, con todos sus personajes míticos rodeados de basura.
La historia de la lluvia no es alegre:
nació en Sextilis, lunes
y parió de inmediato varios miles
de cocodrilos sin ojos.
Cuando Tsutomu que eran hijos sin lengua,
hijos desgraciados
con vástagos negruzcos en los brazos,
no;
la historia de la lluvia no es alegre,
creció en forma de viento y sólo fue
feliz un día
lloviendo tibia y sola en Tokelau.
2. Se puede leer como una novela con novelas (y ojo: les recuerdo que estamos hablando de un poemario). Cada una de las partes del poemario se articula como una novela independiente y a la vez parte del poliedro total, una cara del hexágono. Destaco la cuarta parte, Homer, donde se cuenta la historia de los hermanos Collyer, sepultados por la basura.
Ciento tres toneladas de basura
(sin contar veinticinco mil libros diferentes
y los cuervos de Langley y Homer Collyer)
O la segunda parte, El hombre de Sinope, narrada desde un yo vagabundo no tan diferente a nosotros que vaga y lamenta la muerte de su gato, al que describe con este hermoso verso: Tú eres mío y yo soy de la pobreza. Un vagabundo que observa la realidad, esa realidad desechada.
No se engañe: yo leo los periódicos.
Somos, los vagabundos, de los pocos
que leen cada día
la prensa impresa y muerta de este nicho.
Y sí, tengo mis propias opiniones
sobre <> y sobre el paro y todo lo demás.
Pero el caso es que lo leo todo
sin olvidar por qué lo estoy leyendo;
porque alguien lo tiró; porque es basura.
y 3. Basura es un canto desolador a la desolación. Un canto a un mundo en el que hay más deshechos que hechos, en el que nosotros no somos nosotros, sino nuestra basura: la basura es un fin y no un motivo. Es una lectura, debo dejar esto claro, realista la que hay que hacer de Basura, no se equivoquen con las metáforas, no sean tan cabrones de hacer de esto una alegoría sobre la sociedad del XXI. Léanlo como lo que es, un retrato casi-robot de nuestro presente, del lugar al que hemos llegado, un lugar desesperanzado donde ya no hay mucho qué hacer. Eso, y un canto a la asimilación (a través de la belleza que el despojo nos ofrece) como decía el propio Clark en un artículo hace unos meses.
Asimilar. Las cosas están así: esto es insostenible. La guerra llegará, pronto, y hasta entonces no nos queda otra, creo, que asimilar que nuestros abuelos la cagaron, que nuestros padres también y que no estaría de más que todo reventara de una vez y que se acabara esta plaga de humanos. No hay que preocuparse. Como dicen los nativos americanos, el mundo tiene todo el tiempo del mundo.
y si asimilamos; eso es:
Porque si algo es verdad
es que el mundo es un sitio muy bien hecho.
Así que celebremos nuestra Historia
de masacres y guerras y exterminios.
El óleo de napalm y el nocturno
radiactivo. Cantemos de una vez
por el imperio basto de basura
que envuelve la corteza y nuestras almas.
y porque:
lo único insostenible es la esperanza.
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