Yo no tengo recuerdos de infancia. Hasta los doce años, más o menos, mi historia no ocupa más que unas pocas líneas: perdí a mi padre a los cuatro años y a mi madre a los seis; pasé la guerra en distintas pensiones de Villard-de-lans. En 1945 me adoptaron la hermana de mi padre y su marido.
George Perec es todo un personaje[1], sin duda. Nació en el seno de una familia polaca y judía en el París de 1936. Su padre murió en el frente, durante la II Guerra Mundial. El hombre se fue como voluntario dejando huérfano al niño seis días antes de la rendición de Francia, solo con su madre, que tampoco iba a morirse de vieja: se la llevaron a Auschwitz en 1942, nada menos, y ya nunca más se supo.
Lo adoptarían entonces sus tíos, dándole como apellido el de su tía Esther, el en apariencia menos judío Perec —el de la familia era Peretz; fue un funcionario del registro el que lo cambió al escribirlo en un formulario, por lo visto—, y así pasó esa infancia de la que nos dice que apenas recuerda nada: «Yo no tengo recuerdos de infancia». Seguramente fue así; tras perder a sus padres tiene que olvidar sus orígenes y costumbres, perder su cultura, su identidad. Cómo pudo afectar todo aquello a un niño tan pequeño, el tener que olvidarse de sus padres, de lo que había sido su vida, justo a la edad en que uno es el centro del mundo, el responsable de todo. En el caso de Jojo —tela con el apodo familiar que me le pusieron, pobre— en lugar de dedicarse a cometer asesinatos o a torturar gatos o niñas —todo esto que sale ahora en las lúgubres series danesas; infancias complicadillas dan lugar a adultos, digamos, problemáticos— a nuestro héroe le dio por escribir.
Yo tengo el pelo rubio con un mechón muy bonito en la frente (de entre todos los recuerdos que me faltan, quizá sea este el que más me gustaría tener: mi madre peinándome, haciéndome esa hábil ondulación).
Siento especial simpatía hacia estas personas que, ante situaciones adversas, contra todo pronóstico, en lugar de sacar una metralleta y ponerse a repartir candela, o a llorar por los rincones, se dedican a algo como el arte, a crear en lugar de destruir. Tiene un valor lo que hacen, ¿no les parece?
Disquisiciones morales —o, bueno, ñoñas, si da un poco igual— aparte, el caso es que hay que apreciar a Perec. Decididamente por esto que les cuento, por lo que tiene de feliz sorpresa el hecho de que se dedicara a la literatura —podría haber sido mucho peor, decía; lo es con frecuencia—, y también porque, aun cuando se hayan ya leído el resto de sus libros,[2] es de nuevo un texto original, tal era su compromiso con la literatura. Que se puede ser original y un poco gilipollas por intentar serlo a toda costa y nada más no lo niega nadie. Pero es que no es el caso; Perec es uno de los escritores más originales de todos los tiempos sin que ello sea óbice para que sea además su lectura, la de cualquiera de sus obras, divertida y estimulante. No en vano es un escritor que vende muchísimo. Y qué bien, es un gustazo cuando el mercado funciona de esta manera, logrando generar pingües beneficios a los editores que se deciden a publicar sus textos. «Todo está en su sitio» cuando esto pasa. Pongo aquí el emoticono de la gitana bailando tres o cuatro veces seguidas. Alégrense por cosas así, no sean siesos.
Que no he dicho nada aún del libro del que habla el título de esta reseñita[3]. Ya. Voy.
W o el recuerdo de la infancia son dos historias que se cuentan en paralelo, sin llegar a tocarse, capítulo a capítulo, hasta que llega el clímax final. La primera de ellas, con la que comienza, es un ficción, un cuento espeluznante in crescendo que, según cuenta Perec, está inspirado en otro que fue escrito e incluso ilustrado por el propio autor siendo un niño: «Hace siete años, una tarde, en Venecia, repentinamente, me acordé de que esta historia se llamaba «W» y de que era, en cierto modo, si no la historia, sí al menos una historia de mi infancia». Dividido a su vez en dos partes, este primer relato se perfila, en principio, como una novela llena de misterios e intrigas, incluso de posibles grandes aventuras y retos de los que el narrador, que lo es en primera persona, saldrá o no ileso, qué sabe nadie, tendrás que quedarte con los ojos como platos hasta la cuatro de la mañana para averiguarlo, no queda otra. La segunda parte, sin embargo, cuando ya entra en harina, es algo por completo diferente: es la perfecta y estremecedora descripción de una distopía cuya factura, también de modo perfecto, ilustra poniendola en práctica aquella máxima de Kafka: «Un libro debería ser como el hacha que rompe el mar de hielo que cubre nuestro corazón».
Ahora bien, esto no es todo. Podría serlo, vaya, pero no. La segunda historia —los capítulos de una y otra se van alternando, lo cual, y esto se comprende ya cuando se llega al punto final de ambas, es todo un acierto— es la biografía de esa infancia olvidada que Perec va reconstruyendo a través de fotografías, recuerdos medio olvidados, conversaciones, apegos subconscientes, películas vistas; de modo implacable y sereno, sin efectismos ni concesiones innecesarias a fabulaciones de ningún tipo; con una ternura y una vocación literaria, de nuevo, muy kafkiana: «La literatura es siempre una expedición a la verdad».
Primero me pusieron de pensión en un hogar infantil dirigido por cierto señor Pfiser (que quizá fuera suizo). Louis Argoud-Puix afirma que esta pensón se llamaba le Clos-Margot, si bien en mi vago y lejano recuerdo lleva un nombre de pájaro (por ejemplo, les Mésanges). Al parecer, según me han contado mi tía, en aquella época yo no sabía atarme los zapatos; quizá fuera una de las condiciones exigidas para ser pensionista (como saber cortar la carne, abrir y cerrar un grifo, beber sin verter el agua, no hacerse pis en la cama, etc.)
Cuando el lector acaba de leer una y otra, en fin —estarán deseando que acabe los que tienen el compromiso de leerme hasta el final, pobres—, es cuando se cae en la cuenta de la enormidad de la barbarie, de lo que se nos acaba de contar, ese pedazo inmenso y vergonzante de nuestra historia; se trata de nosotros, entonces, del malo más malo de todos los cuentos, de la crueldad en su grado superlativo: del hombre despedazando al hombre sin Razón alguna.
Notas al pie:
[1] Acaso lo sean todos los hombres —y mujeres, léase, que ahora hay que aclarar que también pertenecemos a esta categoría. Cuánto daño ha hecho a la economía del lenguaje la era «Zapatero y sus Ministros» (y Ministras, tengo que aclarar otra vez, ay, así os hubiera partido un rayo; éramos tan felices antes)— cuya obra ha trascendido.
[2] Libros de Perec (listadito de la Wikipedia), para que se hagan una idea:
1965 – Les choses: Une histoire des années soixante (Las cosas: Una historia de los años sesenta, 1967)
1966 – Quel petit vélo à guidon chromé au fond de la cour? (¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?, 2009)
1967 – Un homme qui dort (Un hombre que duerme, 1990)
1969 – La Disparition (El secuestro, 1997)
1972 – Les Revenentes
1973 – La boutique obscure. 124 rêves (La cámara oscura: 124 sueños, 2010)
1974 – Espèces d’espaces (Especies de espacios, 1999)
1974 – Ulcérations
1975 – W ou le souvenir d’enfance (W o el recuerdo de la infancia, 1987)
1975 – Tentative d’épuisement d’un lieu parisien (Tentativa de agotar un lugar parisino, 1992)
1976 – Alphabets. Cent soixante-seize onzains hétérogrammatiques
1978 – Je me souviens (Me acuerdo, 2006)
1978 – La vie mode d’emploi (La vida instrucciones de uso, 1988)
1979 – Les mots croisés
1979 – Un cabinet d’amateur (El gabinete de un aficionado, 1989)
1980 – La Clôture et autres poèmes
1980 – Récits d’Ellis Island (Ellis Island, 2004)
1981 – Théâtre I. La Poche Parmentier précédé de l’Augmentation (El aumento, seguido de: El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento, 2009)
1982 – Épithalames
1985 – Penser/Classer (Pensar/Clasificar, 1986)
1986 – Les Mots croisés II
1989 – «53 jours» (53 días, 1990)
1989 – Vœux
1989 – L’Infra-ordinaire (Lo infraordinario, 2008)
1990 – Je suis né (Nací: textos de la memoria y el olvido, 2006)
1991 – Cantatrix sopranica L.
1992 – L. G., une aventure des années soixante
1993 – Le voyage d’hiver (El viaje de invierno, 2004)
1994 – Beaux présents, Belles absentes
1996 – What a man !
1999 – Jeux intéressants
1999 – Nouveaux jeux intéressants
2003 – Entretiens et conférences
2008 – L’art et la manière d’aborder son chef de service pour lui demander une augmentation (El aumento, seguido de: El arte de abordar a su jefe de servicio para pedirle un aumento, 2009)
2012 – Le Condottière (El Condotiero, 2013)
[3] Ni de OuLiPo, ni de su amigo Raymond Queanu, al que dedica, nada menos que, La vida instrucciones de uso. No doy para más, ya lo siento. Que me lean solo los feos, me da igual.
La letra W -doble vida- última letra de la sexta parte de la ‘Vida, Instrucciones de uso’ :
“Sobre el paño negro de la mesa, en algún punto del cielo crepuscular del puzzle cuatrocientos treinta y nueve, el hueco negro de la única pieza no colocada aún dibuja la figura casi perfecta de una X. Pero la pieza que tiene el muerto entre los dedos tiene forma, previsible desde hacía tiempo en su ironía misma, de una W”.
El error en el sistema como diría Paul Klee, dicho de otro modo, la vida.