Desideria Oliván, protagonista de La Pasión Turca (Planeta, 1993), después de relatar en su diario lo mucho que disfruta practicando sin descanso el sexo con su amante turco, reflexiona: «De lo que escribo podría deducirse —si lo leyera alguien— que soy una perra salida. No es verdad; o lo soy, pero también soy otras cosas». De este modo, Antonio Gala, el autor de la novela, reclamaba para su personaje la categoría de persona normal, es decir, ponía de manifiesto que una mujer puede gozar como una loca practicando el sexo y no por eso se convierte en un bicho raro. Lo mismo se podría afirmar de Laura Valero, la protagonista de El reto, la nueva novela de Juan Abreu. Y eso es así porque, a diferencia de la mayoría de los personajes de novela erótica, Laura Valero, gracias al buen hacer de su autor, no es un arquetipo sino una mujer de carne y hueso.
En Diosa (Tusquets, 2006), la anterior novela erótica de Juan Abreu, Laura Valero, motivada por Rodrigo, su marido, era iniciada en el Bondage por el Maestro Yuko, un especialista japonés. Laura daba rienda suelta a una pulsión sexual de tipo sadomasoquista que hasta el momento desconocía que tuviera dentro. Y gracias a esta especie de introspección erótica consigue que su relación con Rodrigo mejore en calidad e intensidad.
En El reto, publicada recientemente por Jot Down Books, nos volvemos a encontrar con los mismos personajes en el proceso de regenerar su vínculo. Laura se nos presenta como una mujer inquieta, ansiosa. Continuamente busca la paz, la tranquilidad, la relajación, la armonía. Unas veces la encuentra en la voz de Rodrigo, otras en presencia de su Maestro Yuko, otras haciendo footing y en la mayoría de las ocasiones follando o chupando. ¿Folla de esa forma porque necesita calmar su ansiedad? Una mujer sin ese nivel de ansiedad ¿sería sexualmente tan activa? Me hago estas preguntas, cuando llevo medio libro leído. Lo que hasta ese momento conozco sobre Laura y Rodrigo me empuja a recobrar la fe en que una unión sexual completa, al máximo nivel, es posible entre hombre y mujer, pero el hecho de que ella esté aparentemente tan estresada me hace dudar.
Terminado el libro compruebo que mis dudas fueron ocasionadas más por mis prejuicios que por la forma de ser de Laura. Laura no hace lo que hace por vicio —por supuesto que no, eso ya lo descubrí en las primeras páginas—. Tampoco actúa principalmente por amor a Rodrigo. No es ese querer —muy intenso— su principal motor. Laura folla mucho porque rebosa vitalidad y necesita dar. No folla para acabar con su inquietud, su inseguridad o su miedo. Lo hace porque está más viva que la mayoría de sus congéneres. Sin necesidad de proponérselo Laura vive intensamente y el sexo es el vehículo más natural que la vida le ofrece para que esa intensidad fluya y la conecte inevitablemente con los demás.
Los cambios bruscos que en el texto se producen del sentimiento al sexo —esa identificación, por ejemplo, entre el amor filial y la penetración anal— consiguen que el sexo aparezca como algo limpio, saludable, natural. No hay pornografía aquí, nada de eso. Hay vida.
Laura experimenta el llamado placer de dar placer, y lo hace como lo más normal del mundo. Y Abreu lo cuenta con claridad y de forma concisa. Más palabras, más reflexión sobre estos asuntos, traerían al lector la idea de que alguien se está excusando, de que hay culpa por algún sitio. Por eso la brevedad es un arma poderosa en este libro.
La relación de Laura y Rodrigo ha alcanzado el punto de complicidad sexual [otro tipo de complicidad me parece una idiotez después de leer esto] que muchos hombres echan de menos y muchas mujeres creen imposible. Pero Abreu la muestra con tal naturalidad que parece lo más normal del mundo. La verosimilitud de los personajes y de las escenas descritas es tal que tras su lectura las parejas que tienen claro su amor, pero no han llegado a ese grado de compenetración sexual, deberían analizar si no están desperdiciando sus vidas con una relación de baja intensidad o si realmente no se quieren tanto.
En la novela hay imágenes muy potentes, extremadamente sugerentes:
- Laura deseando que su padre le acaricie la cabeza; deseo que más adelante vuelve a manifestarse cuando es el Maestro Yuko el que lo hace.
- Falta de amor: «…el amor, hay que enseñarlo, agitarlo al viento».
- Naturalidad: «¿Dos helados, dos frutas, dos pollas? ¿Cuál es la diferencia?».
Tiene también frases poderosas, llenas, que valen por un libro entero:
- «…falta poco para el amanecer. Afuera: rumiar de cordajes, las velas desplegadas del mundo».
- «Fue una atracción absolutamente física. No follábamos, chocábamos como trenes enardecidos. Como bestias hambrientas».
Otras muy acertadas, precisas:
- «El corte de las branquias rojo vaginal» refiriéndose al pececito llamado Tracy Lord.
- «Hablar demasiado es una señal de pobreza espiritual, suele decir (el Maestro)».
- «Memoria bucal».
El reto puede ser leído simplemente como una novela erótica, pero quien así lo haga dejará de disfrutar de la verdad que como personaje tiene Laura Valero, una mujer de la que seguro que es fácil enamorarse.
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