Para nuestra desgracia, estamos rodeados de cosas y de personas que nos mienten; vivimos en un mundo que es pura imagen de una realidad poliédrica y escindida. Algunas novelas tratan de desvelar los misterios escondidos, sacar a la luz la realidad encubierta, ordenar el caos del mundo, crear un lenguaje de palabras precisas para lograr transformar, como los alquimistas, el plomo en oro. En sus novelas, Ramón Mayrata muestra el rostro oculto de las cosas, el lado en sombra de la realidad, los misterios escondidos de nuestras vidas, descubre lo invisible y secreto, excava en los estratos de la conciencia. La magia como la ficción novelesca encierra el secreto de hacer lo que no puede hacer la naturaleza.
Los secretos son uno de los pilares de El mago manco (Fronterad, 2014). Casi nada es lo que parece: don Manuelito es un viejo sicario retirado que tiene ataques repentinos de narcolepsia y que está empeñado en desentrañar el asesinato de un desconocido para expiar sus crímenes y redimirse por el amor a su mujer, que acaba de morir y con quien espera reunirse en el más allá. Diamante, fiel escudero de don Manuelito, arrastra en lo más recóndito de su conciencia su pasado de falsificador de piezas de cristal, cuya pureza es lo que más ama. Un tahúr, Zigzag, con manos adiestradas para hacer trampas en casinos, se torna en un mago honrado al sentir la necesidad de crear juegos y efectos fascinantes con la baraja. Un hombre que es una mujer, Fano, una mujer que es un hombre, un misterio insondable. Estos juegos de espejos, de desdoblamientos de la personalidad actúan como cajas chinas que proyectan ambigüedad y riqueza en el tejido de la trama novelesca. Novela de personajes duales como acabo de señalar que forman unas singulares parejas: don Manuelito y Diana, don Manuelito y Diamante, Zigzag y don Manuelito…
A pesar de ser una novela negra, en su interior hay escondidas algunas delicadas historias de amor. El desencadenante del conflicto es una carta de amor más allá de la muerte de Diana a su marido, recibida unos días después de la muerte de ésta, en la que le pide una última prueba de amor: para propiciar su unión en el más allá es necesario que don Manuelito cambie de vida, se desprenda del asesino que lleva dentro y se convierta en una buena persona. Para ayudarle en esa recién nacida vida nueva Diana cuenta con la ayuda de Amadeo Diamante, convertido en el fiel escudero (Sancho) de su nuevo señor don Manuelito (un Don Quijote sin ideales). ¿Podrá don Manuelito reformarse en una buena persona? ¿Hay manos de buena persona?, ¿y de criminal?
El mago manco es una novela itinerante, que en gran parte transcurre en las calles de una ciudad que tampoco es lo que parece. Su apariencia es la de una ciudad luminosa, inmóvil, dormida, por no decir muerta, pero en las sombras actúa la organización El Templo, de carácter mafioso, que aglutina a un buen número de personajes corruptos movidos por intereses inmobiliarios con proyectos de una ciudad nueva con bloques de viviendas de quince alturas, un área hotelera y comercial, un casino y un aeropuerto en la zona de influencia de la estación del AVE. Hay una ciudad visible para los turistas y otra ciudad subterránea, la de las cloacas romanas, escenario en el que se va a dilucidar la suerte y el destino de dos protagonistas de la novela.
En El mago manco el mal y el bien, inseparables como la noche y el día, libran un combate inacabable en el que el éxito y el fracaso siempre son provisionales y azarosos. El mal es la corrupción, la mentira, la estafa, la violencia, el crimen. Don Manuelito se debate entre su pasado de fracaso y de culpa y un futuro incierto e ilusorio dedicado a combatir la injusticia, el fraude y el engaño; un investigador descreído, desdeñoso y sarcástico, sin el menor rasgo de heroísmo; este ya lo practicó en su juventud para negar su vulnerabilidad y esquivar a la muerte. Entonces se dejó fascinar por el poder hipnótico del mal como una forma de escapar de su miedo; eligió las guaridas del odio para sentirse a salvo de la muerte; la finalidad de sus actos violentos fue la manera de asegurar su supervivencia, de encontrar un poco de sentido a su vida. Diana representó para él la guarida segura y protectora del amor.
En la novela hay sombras y luces, criaturas de de la oscuridad y de la luz. El protagonista que arrastra un oscuro y siniestro pasado, se transforma en un viejo con la energía de un joven enamorado, vestido con ropas de color blanco como un modo de exorcizar su historia y de purificar su culpa; en el caso de Diamante, reflejo de un niño en un cuerpo de un hombre sin pasado, vidriero de profesión, el reino de la luz es su manera de protegerse del mundo exterior, lleno de sombras deformadas y aterradoras.
Con todo, el personaje principal de la novela es una mano, la «súbita mano de un fantasma oculto» (Pessoa), la mano de un cartómago, Joe Zigzag, que ahora le ha sido transplantada a otro brazo. Entre la mano de un mago y el mazo de una baraja se establece una relación de continuidad, de acoplamiento, de simbiosis de pareja. “Las manos piensan” ha sentenciado Heidegger y Kant ha afirmado que “la mano es la ventana de la mente”, y Bachelard ha asegurado que “la mano tiene sus sueños”. La mano derecha de Zigzag es un órgano del conocimiento y su movimiento es capaz de fabricar pensamientos; hace predicciones, transposiciones, desapariciones y ordenaciones con los naipes de la baraja, es un artista que crea belleza y asombro. La mano sabia está diseñada por dios para enviar al cerebro una información mas fiable que la del ojo, es capaz de elevarse por encima de su función mecánica de ser un mero ejecutor pasivo y fiel del cerebro.
El mago manco es también una gran partida de cartas en las que el novelista, como el ilusionista, hace aparecer y desaparecer personajes, nos ofrece pistas falsas, nos escamotea datos, manipula la atención del lector, que se deja maravillar por el juego al que ha sido invitado a participar.
Si la vida es un mazo marcado y baraja las cartas la mano de dios, en las novelas la mano que baraja las cartas y reparte el juego es la del novelista.
Entre los singulares personajes secundarios que transitan por la novela destaca el de una anciana de rostro luminoso y dulce a la que don Manuelito confiesa sus crímenes, en la barra de un bar, ante el presentimiento de que va a morir. Confesión laica en la que busca la absolución de Diana y que le es otorgada por esa mujer desconocida que edificó sobre el perdón a los asesinos de su hermano una nueva vida de entrega y de amor a los demás.
La historia fluye en la voz de un narrador omnisciente en tercera persona, articulada en secuencias herederas de las estructuras narrativas cinematográficas, en las que sobresale el poderío visual de las imágenes y las metáforas poéticas, con unos diálogos estilizados y desnudos. De igual forma, la técnica del montaje paralelo articula la historia en una decena de los capítulos finales en los que el narrador nos pone al corriente de las pesquisas de don Manuelito y de Diamante de forma simultánea, incrementando así el dinamismo, la tensión y el suspense de las acciones convergentes.
La fábula novelesca en El mago manco está tejida y enlazada con los temas de la redención y expiación de un viejo asesino a través del amor, la magia que engaña con la verdad y el tema del fraude y corrupción urbanística y financiera en una pequeña ciudad.