La traicionera memoria no me deja acordarme del responsable de la cita. En realidad, ni de la cita. Sí aproximadamente de su contenido. La cabeza aún funciona, aunque a medio gas. Y esa cita de un autor anónimo para la ocasión (y que quiero creer que era el escritor mejicano Guillermo Fadanelli) venía a decir algo así como que en el caso de la poesía resulta relativamente fácil —no era este el adjetivo que empleaba, reinterpreto— escribir un poema que tenga la apariencia de un gran poema. La cosa se complicaba con los relatos, pero con trabajo se podía hacer un cuento con la apariencia de los grandes cuentos. La labor requerida para la novela hacía imposible lo mismo, y el género, si se quiere brillante, o con apariencia de brillante, quedaba reservado para unos cuantos elegidos que tenían que dedicarse a un tarea minuciosa, agotadora, paciente. Lo interesante de esta cita descitada es que, además de derribar algún tópico sobre la excelsitud de la poesía, establecía una especie de clasificación de géneros literarios. Del más agradecido al menos agradecido. Al menos a la hora de elaborarlo.
Cogió una cuchara y le asestó siete cucharadas.
Y si agradecida es la poesía para el en mi memoria anónimo autor que quizá fuese Fadanelli —pues permite, sin grandes alharacas, que un poeta menor pueda disfrazarse por unos instantes de maestro—, habría que buscar sinónimos de «agradecido» para calificar al aforismo. Aquí hablamos de un género ¿bondadoso? ¿Benévolo? ¿Generoso? ¿Solícito? La suma de todos estos adjetivos se queda corta tras la explosión de talento en este campo que ha generado la red social Twitter. Sus 140 caracteres de máximo han propiciado que estos textos mínimos vivan una edad de oro jamás sospechada.
¡Por debajo de mi cadáver!
La bondad-benevolencia-generosidad del aforismo hace que numerosos autores no es ya que escriban brevísimas sentencias con apariencia de las de los mejores escritores dedicados a este género, sino que compiten en igualdad de condiciones, es más, miles de personas que quizá no escriban otra cosa ni tengan pretensiones literarias pueden estar a la altura de los grandes, incluso superarlos, tal cual. Su concisión posibilita que el destello de ingenio esté por encima de las dotes para la escritura, lo cual no es una manera de subestimar, sino sencillamente de definir el funcionamiento de unas frases surgidas de una mezcla de agudeza, lucidez y perspicacia. Twitter demuestra, entre otras cuestiones, que hay miles y miles de personas sobradas de estas cualidades que además ven su talento potenciado por estar precisamente conectados entre ellos, por lo que se produce el efecto de ir a más, de intentar superar el indudable genio que ha mostrado el que está al lado, entendiendo por el que está al lado a ese desconocido y sin embargo tan familiar que cada día aparece en nuestro time line.
Envuelto por la densa oscuridad y el olor acre de las paredes, se sentía, como Jonás, dentro de una ballena. Que es donde estaba.
Con unos espoleando a otros, con otros estimulando a unos, el nivel de calidad resulta apabullante. Una avalancha de aforismos extraordinarios está cada día al alcance de cualquiera en la pantalla del ordenador o el móvil. La exageración del fenómeno puede llegar a producir una lógica saturación. La miríada de aforismos cae encima y, ay, pronto se perderá como lágrimas en la lluvia, que diría aquel, pues el aguacero es tal, y tan fuerte, que resulta difícil clavar los mejores hallazgos en un supuesto tablón de corcho para disfrutarlos con más tranquilidad, fuera de ese constante e incesable flujo.
Afortunadamente, editoriales como Delirio han decidido sacar de ese ritmo enloquecido a uno de los muchos destacados aforistas que Twitter está dando, permitiendo devolver las sentencias a la lectura reposada que solicita un género además idóneo para la relectura. Fijando y dando esplendor en este caso a los tuits de Rodrigo Cortés, el libro A las 3 son las 2 consigue el doble propósito de llamar la atención de una manera profesional sobre esta imprevista edad de oro de la sentencia y de ofrecer una caa desconocida del director de populares y exitosas películas de Hollywood, como Enterrado (Buried) o Luces Rojas. De esta manera, los tuits, que son los nuevos aforismos, vuelven a ser aforismos que fueron tuits, un juego de ida y vuelta que consigue asentar, hacer que sedimenten, estos breves pensamientos que de otra forma quedarían devorados por el funcionamiento imparable de la red social de la que proceden. Y de paso, como decimos, sorprenden no sólo por su calidad, sino por ser obra de alguien célebre por otro tipo de creaciones al margen del campo literario.
Rodrigo Cortés se mueve bien entre diversos estilos, desde el juego de palabras hasta los más cercanos a la reflexión, pasando por los brevísimos pasajes dialogados tan de moda o las greguerías, pero donde pasa de notable alto a sobresaliente es cuando se adentra en el humor absurdo:
Si al giraros rápidamente no os veis a vosotros mismos a punto de giraros, es que no lo habéis hecho bien.
La insoportable levedad del tuit queda así solventada mediante un divertido libro que les da peso y poso, que muestra una imprevista faceta de un cineasta que continúa lanzando aforismos en su cuenta y que hace pensar sobre la necesidad de seguir recopilando no sólo sentencias de este autor, sino de tantísimos que están llenando la red de excelentes breverías. A las 3 son las 2 ajusta por tanto la hora para el que puede ser un magnífico principio de tantos libros por venir.
PROHIBIDO FIJARSE EN LOS CARTELES
Muy buen post, enhorabuena. Aún no he podido comprar el libro, pero la cuenta de twitter de Cortés es un infrecuente ejemplo de talento literario. Muchos de sus microcuentos o sentencias aparentemente absurdas tienen el efecto de dejarme pensativo durante minutos. Hay mucho ingenio, pero también un extraño talento para incluir muchas cosas no escritas en lo escrito. ¿El libro está ya a la venta o lo teneis solo algunos elegidos?
Puedes ver su web cómo y dónde; mira: http://delirio.es/web/index.php/category/novedades/
(De nada)
Muchas gracias