¡Ah, la promesa de la juventud! ¡Esa edad en la que vas a comerte el mundo y darle la vuelta del revés! No sé ustedes, pero Primero de Bachillerato fue para mí el momento en el que me pareció vislumbrar ese horizonte al que todos aspiramos a llegar en edades tiernas. Los alumnos de mi clase éramos un grupo ecléctico claramente diferenciado de aquellos que nos precedían, esos que dejaron de ser hippies[1] para acomodarse en el statu quo que se generó en la Transición. Pese a estar concienciados políticamente como nuestros precursores, tampoco pecábamos de ingenuidad; es más, veníamos con un cierto escepticismo, impropio de la edad; fue justo en ese curso que se produjo el Show de Tejero; creo que entenderán por qué.
Por entonces, mi aspiración era llegar a parecerme a los compañeros que cursaban COU: eran más altos, estaban a punto de ser universitarios y se trataban de tú con los profesores[2]. Eran Jóvenes con un pie firmemente plantado en la edad adulta, para entendernos. Y cuando nosotros llegamos a COU, el eje se desplazó hacia Primero. Nosotros, fans de Siniestro Total con ropa heredada de nuestros hermanos/as mayores, vimos cómo los más jóvenes, posmodernos, apolíticos y vestidos con ropa pija de primera mano[3], nos desplazaban del lugar bajo los focos que creíamos que nos estaba destinado. Para acabarlo de arreglar, fue terminar los estudios y comernos la crisis con patatas[4] ¡Pelargones de la Generación Perdida de hoy, no sabéis cómo os entiendo!
Justamente en sucesiones generacionales[5] me hizo pensar La entrevista (Ediciones Salamandra, 2014), de Manuele Fior. La acción se sitúa en una Italia desunificada de mediados del siglo XXI. Su protagonista es Raniero, psicólogo de mediana edad en crisis. Raniero es un hombre apegado a las cosas de antaño: aún utiliza coche de gasolina en una era de coches eléctricos sin conductor y vive en la casa que su padre construyó en el campo. Nadia, su esposa, necesita su propio espacio y anda mirando un piso para ella. Raniero aún desea a Nadia, y Nadia aún conserva respecto a Raniero cierto sentimiento maternal. No se trata de una ruptura crispada, su separación se debe a una deriva de su vida en común hacia la desgana .
En la ciudad, los jovenes se unen a un movimiento llamado «Nueva Convención», una especie de sesentayochismo actualizado que predica un nuevo mundo en el que se abolirá la propiedad de bienes y personas, lo que incluye la total libertad en sus relaciones. Por ese motivo, sus mayores los perciben como una panda de gamberros concupiscentes. En su vestimenta abundan los motivos triangulares y algunos de ellos llevan peinados o tocados que recuerdan a Pinocho, el revoltoso heroe de Carlo Collodi. En cierta manera, su rebeldía ante el sistema establecido evoca al travieso muñeco de madera[6].
Los amigos de Raniero se cierran en banda a los mores de la nueva generación: Valter, el cirujano, es un cascarrabias que, pese a no estar conforme con el estado de las cosas, se muestra notablemente hostil por motivos que denotan una marcada inseguridad sexual ante su moral relajada, pero sin dobleces. Tal vez lo que le enerva de verdad a Valter es su falta de hipocresía. Franco, un chanchullero capaz de conseguir cualquier cosa que le pidan, por medios legales si es preciso, estaría encantado de que las cosas siguieran como siempre y percibe a la nueva generación como una amenaza a su surtido de negocietes.
Raniero se reincorpora a su trabajo tras sufrir un accidente. Su primer caso es Dora, una enigmática muchacha a quienes sus padres han ingresado en el hospital porque consideran que su militancia en la Nueva Convención se debe a desequilibrios mentales, y temen que la pertenencia al movimiento convierta a su niña en una hippy descocada. Raniero se encuentra con una paciente reticente que le descoloca de buenas a primeras declarando que es telépata y sabe la razón por la que lleva collarín: Raniero se distrajo en la carretera cuando vió aparecer en el cielo unos extraños objetos triangulares en el cielo. Dora cree firmemente que ella y Raniero han sido escogidos por seres del espacio exterior para comunicarse con los humanos. Lo curioso del caso es que Raniero, contra todo pronóstico, no parece considerarlo una chaladura.
Dora no es es lo que se dice una belleza convencional, es delgaducha y de nariz prominente, pero se siente cómoda consigo misma y atraviesa a su terapeuta con sus grandes ojazos. Raniero, que se encuentra en un impasse, se encuentra intrigado y a la vez atraído por una mujer cuyo espíritu, por razones profesionales, puede contemplar sin velos. Y, sin embargo, Dora consigue mantener una distancia desde la cual desafía y pone en cuestión al psicólogo, el cual no se sabe bien si teme el juvenil descaro de Dora o la posibilidad de que realmente le pueda leer la mente. A lo largo del cómic, Raniero y Dora mantienen, desde sus respectivas posiciones y perspectivas, un duelo y a la vez un diálogo en el cual no todo es como nos esperamos. El convencional Raniero es más rebelde de lo que se cree, y Dora se encuentra más cómoda en la comunión de mentes que en la coyunda de cuerpos que en cierto modo impone a sus militantes la Nueva Convención.
El futuro próximo descrito en La entrevista estiliza los sucesos de nuestro presente. Tenemos pujantes movimientos alternativos que cuestionan lo establecido, un sistema en ocaso que incluso cuestionan aquellos que viven incrustados en él, y la incerteza de los tiempos de transición, el miedo a lo desconocido, la inseguridad ciudadana… Ante ello, uno opta por enrocarse en lo que le es familiar (por insatisfactorio que resulte) o se aventura hacia un nuevo horizonte. Es una historia de personas que buscan encontrarse pese a las divergencias y la diferencia de edad. Después de todo, los mayores fueron alguna vez mozalbetes imberbes, y los jóvenes acabarán por lucir canas y acumular recuerdos: la edad no deja de ser una circunstancia temporal y las generaciones se suceden como las estaciones para volver de manera cíclica al punto de partida. La entrevista plantea a la vez el choque entre generaciones y su posibilidad de encuentro. Manuele Fior usa la imagen de las ondas que se entrecruzan en la superficie del agua como metáfora de esa conexión.
En el aspecto gráfico, el estilo del autor evoca a Alex Toth, con un punto de grotesquería que recuerda la estilizada caricatura de José Muñoz, aunque al puro contraste entre blanco y negro, marca del norteamericano y el argentino, añade una delicada gama de grises reminiscente de las antiguas litografías. En su sutil dibujo de viñetas libres de marco, la estilizada geometría de la indumentaria de los jóvenes contrasta con la tersura de sus pieles, las inaprehensibles auroras boreales se tornan en triángulos.
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Notas al pie:
[1] Siempre he abrigado la ligera sospecha que algunos niños bien que entonces abrazaron causas alternativas o progresistas lo hicieron porque en aquellos ámbitos era más facil pillar cacho que en su entorno cinegético natural, de otra manera no me explico según que prodigiosas derivas y/o virajes hasta posiciones netamente carcas y lugares privilegiados en soñolientos altos consejos de administración.
[2] He de decir que eran unos profesores excepcionales en su mayoría: entre ellos había incluso catedráticos, que estaban dando clases en secundaria porque nuestro instituto público era una experiencia piloto (en barracones sin calefacción, si, pero ¡Pardiez, qué calidad docente!). Quisiera añadir que no recuerdo que entre ellos y nosotros hubiera antagonismo generacional (Cosa que agradecía viniendo como venía de una EGB particularmente represiva)
[3] Para mí eran los Moda Joven en El Corte Inglés
[4] Entrar en el mercado laboral en época de crisis, dicen los expertos, te marca de por vida: en mi caso les puedo asegurar que genera una marcada tendencia a soportar un mal trabajo y perder oportunidades porque nunca te sacudes de encima ese sentimiento de que « la cosa esta muy mal». Por cierto, señores empresarios que se quejaban no hace mucho de que « los jóvenes de hoy sólo aspiran a ser funcionarios», les puedo asegurar que los compañeros de generación que viven más tranquilos y desahogados, son los que en su momento entraron en la Res Publica. (En la privada temes que cada día en tu trabajo pueda ser el último: ahora, gracias a la Reforma Laboral, ya podemos tener ese temor minuto a minuto ¡Gracias, Amado Gobierno!)
[5] Las normales, se entiende, no las que están blindadas por la Sacrosanta Constitución
[6] La alusión a Pinocho puede ser un guiño indirecto del autor a el Movimiento Cinco Estrellas, uno de cuyos dirigentes usa un pseudonimo de reminiscencias collodianas.