La literatura ha recurrido en numerosas ocasiones a la distopía para tratar de denunciar determinadas situaciones o para encauzar mediante la construcción de esas sociedades antiutópicas los temas que le interesan al autor, que ve en este recurso el mejor camino para llegar a donde pretende. Muy difícil se lo están poniendo a los escritores los políticos actuales, hasta el punto de que cada vez es más frecuente que atenten contra las posibilidades de la comedia al protagonizar noticias que bien podrían publicarse en El Mundo Today o, como en el caso que nos ocupa, tomen medidas tan insensatas que parezcan entremezclarse con la imaginación de novelistas como Jenn Díaz, que plantea en su libro Mujer sin Hijo el caso de un país afectado hasta tal punto por una guerra inconcreta que obliga a las familias a tener hijos para repoblarlo. El azar ha tejido una red de coincidencias y de pronto nos encontramos con la ironía de que una ley sobre el aborto se convierte sin querer, al «entremezclarse» con la trama de un libro, en parte de su promoción.
Hablamos con Jenn Díaz de estas casualidades, y de mujeres, hombres y familias, en el sótano [el garito] de La Central de Madrid, lugar idóneo en otras condiciones para encerrar ahí a no pocos de esos dirigentes que se empeñan en interpretar sus propias tragicomedias involuntarias. Tirando la llave, por supuesto.
Planteas en el libro una situación donde se obliga las mujeres a tener hijos, algo que está de actualidad debido a la reforma de la ley del aborto por parte del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Nos encontramos con que, de pronto, esa situación se ha convertido en un buen apoyo promocional para tu novela.
Algo bueno está haciendo este hombre: darme un empujoncito (risas). Es casual. Cuando salió la novela me sentí un poco rara, porque salió un artículo en el Confidencial aprovechando el revuelo que había ocasionado la Ley de Gallardón. Y era raro, haber ido a la manifestación que hubo en Barcelona, estar totalmente en contra, sentirme realmente indignada, y, al mismo tiempo, pensar: «Quizá esto es lo que necesita mi libro», ya que un libro totalmente literario, sin relación con la actualidad, pasa en dos meses a un segundo plano en la mesa de novedades si no tienes un nombre. Es lo habitual. Todo esto, entonces, le ha aportado un atractivo. De hecho, el libro ha salido en algunos medios donde no se ha leído; me consta. En otro momento la novela hubiera tenido menciones literarias, nada más, y resulta que ha aparecido también en noticias y comentarios sobre la actualidad. No se lo han leído, pero aparece como referencia.
Le vas a tener que mandar el libro firmado a Gallardón.
(Risas) Estaría bien. Un poco más de publicidad.
En la novela aparece también una crítica a la Sanidad española. No tanto en relación a asuntos como el proceso de privatización, más bien en torno a cuestiones muy cotidianas, sobre las visitas corrientes a los médicos o estancias en el hospital. Estos pequeños asuntos también se ligan en cierto modo a las críticas globales al sistema sanitario. Parece que de nuevo se puede unir Mujer sin Hijo a la actualidad.
Tampoco era mi intención. Me pasó con mi primer libro, que era un pueblo gobernado por un amo y finalmente se rebelaba. Y justo entonces apareció el 15 M.
Son muchas coincidencias, ¿no?
(Risas) Sí, pero es que lo escribí tres años antes de que se publicara, así que ni de lejos estaba cerca la revuelta social con la que coincidió. Y esta vez igual. Hace dos semanas salían noticias que informaban sobre que enfermos de la gripe estaban en camillas en los pasillos, una de las escenas claves de Mujer sin Hijo.
A ver si mediante una rara conexión o un conjuro eres tú quien por medio de la literatura estás provocando los acontecimientos reales…
¿Voy a ser yo la culpable de todo esto? (risas).
No se puede descartar.
Como cuando la mariposa aletea al otro lado del mundo. ¡He sido yo! (risas).
Quizá, se me ocurre, no lo sé, seas una novelista de escritura más apresurada que otros, en el mejor sentido, otros que a lo mejor necesitan de grandes periodos de documentación, reflexión, corrección etc. De esa manera tus novelas pueden estar más influidas por los sucesos de la actualidad, ya que cuando llega el momento de la publicación, el principio del trabajo no está tan lejos.
Lo que ocurre es que escribo muy rápido. Tengo mucha facilidad para escribir, o sea, para sentarme y sacar varias páginas al día. Y como tengo bastante constancia, pues consigo llegar a la novela publicada por año. Y en medio, además, hay poemas, relatos, artículos. Ha llegado un momento en el que escribo más que leo, que es un problema también. No suelo tener proceso de documentación porque lo que hago es algo más intuitivo, más personal, más íntimo. Por ejemplo, hago referencia a una guerra pero no me interesa qué guerra es, ni en qué país, ni en qué época. Lo que me interesa es el terreno personal del personaje, conecto en seguida con él.
Hay algo que me llama la atención: se titula Mujer sin Hijo, pero gran parte de la novela está centrada en un nacimiento, en el área de maternidad de un hospital y, fundamentalmente, en todos los aspectos cotidianos, ordinarios, que le suceden a una familia en el día del nacimiento de un bebé. En principio, parece contradictorio.
Me interesa que nadie que lea el libro sepa realmente qué opino, que no busquen en qué personaje está Jenn. El final de la novela es tabién muy contradictorio con el título.
Quieres evitar la típica preguntita de marras, sobre si la novela es autobiográfica. Un cliché que hay que preguntar al escritor no sé muy bien por qué.
Sí, de hecho cualquier persona que me conozca sabe que tengo un instinto maternal brutal. Adoro a los niños. Y defiendo el derecho de la mujer a decidir. Puede parecer contradictorio, como cuando he ido a una manifestación contra el aborto y he visto a una mujer embarazada. La novela se enriquece de esa contradicción. Es Mujer sin Hijo, sí, pero uno de los personajes está deseando recuperar a su hijo fallecido. Me interesa esa dualidad de la mujer, que existe. Si me posicionase en uno de los dos bandos… no sería una novela mía.
Los días de nacimiento de los bebés luego se convierten, según los padres en el día más feliz de sus vidas. «¿Cuál es el día más feliz de su vida?». «Cuando nació mi hijo», contestan. La novela lo refleja de una forma muy realista, como un día muy tenso, pero también aburrido, rutinario, problemático. No como un día feliciiiiísimo.
A mí me parece que es un día horrible, en realidad. Justo después de dar a luz resulta que te acaban de abrir. Conoces a una persona, tu hijo, que te parece un extraño, aunque socialmente no pueda parecerte un extraño, no está bien visto. Las primerizas, además, se encuentran con que los médicos les hablan como si supieran, y no. Y luego el momento crucial de que llegas a casa con el bebé y estás sola, se pasa toda la noche llorando y los padres ya no saben qué hacer. Hay mucho lugar común en todo eso. Por eso también escribí unos artículos en Jot Down donde el titulado «Mujeres sin hijo» es bastante maternal, y «Mujeres con hijo» bastante, digamos, complicado. La maternidad, aunque sea deseada, es complicada.
Un movimiento de protesta contra la obligatoriedad de tener hijos para la repoblación llamado las nulíparas aparece primero con ciertos tintes positivos; termina ofreciendo una imagen con muchas lagunas, siendo reflejo en cierto modo del feminismo o de un sector del feminismo.
Creo que la mujer es complicada… para la mujer. El compañerismo, la generosidad, muchas veces al final se pierde un poco y acabamos bombardeando a la que debemos defender.
En ese sentido, el libro no expone una lucha entre hombres y mujeres, sino que muchas veces las mujeres que aparecen, entre ellas
[Interrumpe] Es peor, es peor. Me interesaba que el hombre no fuera el malo, sino que todos fueran buenos y malos, porque esa es la realidad. Cuando te posicionas radicalmente es muy fácil que pases una frontera, que por defender mucho algo termines dando la vuelta y acabes perjudicando a aquello que defendías. Ocurre dentro del feminismo. Está el feminismo rancio, las feminazis, feminosequé, feminosecuánto, y al final dices «¿aquí lo importante no era defender la igualdad?».
Utilizas la distopía, pero en el fondo el libro se centra en la vida familiar más allá del contenido de ciencia-ficción o de ficción especulativa.
Desde luego. Si tuviera que resumir todo lo que escribo, salvo mi primer libro, siempre saldría algo relacionado con la familia. Lo que me interesa es la intimidad de los personajes.
Y es un concepto de la familia el que muestras bastante gris y mediocre, ¿no?
La familia está plagada de unos lazos demasiado fuertes que te ligan a personas que en realidad no son personas a las que tú hayas elegido. El hecho de que porque tu familia sea tu familia tengas que quererla, aceptarla, perdonarla y adorarla confunde mucho y crea unas expectativas y luego mucha desilusión. Y a partir de ahí un desencuentro brutal entre todos su miembros.
Fotografía: Dani Pérez.