Nos reunimos con Eduardo del Campo (Madrid, 1972) con motivo de la presentación de su libro Maestros del periodismo en La Central de Callao. Tendremos ocasión de hablar, sobre todo, de Periodismo, con mayúsculas, de la profesión y sus clásicos, cómo siguen vigentes artículos de Chaves Nogales o Rafael Barret, entre otros, por qué siguen publicándose textos como los que se compilan en este libro, más allá de la actualidad de la que surgieron en su día; todo el interés que suscitan, pasados los años.
Eduardo es licenciado en Ciencias de la Información y en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, realizó estudios doctorales en Nápoles (Italia) y Nueva York (Estados Unidos); ha trabajado como corresponsal en diferentes países para Diario de Sevilla, El País, Diario 16 y El Mundo, e impartido clase en la Facultad de Magisterio en Pereira, Colombia, y en el Lehman College y el Instituto Cervantes, ambos en Nueva York. Ha trabajado también como guionista de radio y televisión.
En la introducción de su libro podemos leer que en España no se entiende la evolución política ni literaria sin el ejercicio periodístico. ¿Realmente los españoles somos conscientes de ello? Tanto en la educación como en las conversaciones diarias, ¿se le da a la historia del periodismo la importancia que tiene?
Creo que cada vez se presta más atención al periodismo que se hacía en otras épocas. La prueba es que en los últimos años se están reeditando, con bastante éxito, las obras de autores que habían quedado casi olvidados, desde Gaziel a Manuel Chaves Nogales, tanto los libros que publicaron entonces como nuevas recopilaciones de sus reportajes, artículos y crónicas, y son sólo dos nombres a modo de ejemplo. Hay muchos más para recuperar. Es una apuesta segura, porque a su calidad literaria se une el valor documental de sus escritos como testigos directos de episodios decisivos de la historia. Pero es verdad que este interés editorial por antiguos maestros del periodismo, que nos sirven como referente para reivindicar el oficio hoy, en un momento de deterioro y desprestigio de la profesión, no se ha trasladado todavía a fondo a los programas de las asignaturas de las facultades de comunicación, y no sólo de éstas, también de los colegios e institutos, donde estos escritores de no ficción motivarían muchísimo a los estudiantes, enseñándoles historia y buena prosa a la vez.
El espacio que dedica a hablarnos de la figura de Rafael Barrett nos dice que, aún siendo este un periodista del siglo pasado, su trabajo es de tremenda actualidad. ¿Es entonces el buen periodismo imperecedero?
Todo en la vida muere y cae en el olvido tarde o temprano, pero también todo o casi todo puede resucitar de una manera u otra si hay alguien que se fija en ello. Por su naturaleza de hoja volante, a la que sepulta la del día siguiente, los textos de periódico, por magistrales que fuesen, han estado condenados a la fugacidad; y seguramente tiene que ser así en muchos casos, para dejar sitio a nuevas historias. Pero creo también que hay trabajos tan extraordinarios en la prensa que merecen adquirir carta de naturaleza de clásicos para perdurar en el tiempo, en igualdad de condiciones con cualquier otra obra maestra de la poesía, la novela o el teatro que seguimos leyendo y estudiando después de dos mil años. Las hemerotecas digitales y las recopilaciones en forma de libro están ayudando a prolongar la vida de ese periodismo de calidad. Por lo menos, haciéndolos accesibles siempre para el lector interesado en un tema, una época o un autor concretos.
Un buen testimonio, directo, claro, emocionante, con información rigurosa, siempre acaba siendo actual porque convierte en presente perpetuo el momento y las personas que describe. Es como un buen cuadro, cuya atmósfera nos embebe, no importa en qué año se pintó.
El progreso material, tan vertiginoso en los últimos años, nos hace olvidar a menudo que, en esencia, las preocupaciones, placeres, angustias, ilusiones de los seres humanos no han variado apenas a lo largo de los siglos. Vivir sigue siendo vivir bajo los detalles distintos de cada tiempo y lugar. Por eso nos podemos identificar perfectamente con las historias de personas que vivieron hace un siglo, por ejemplo esos trabajadores engañados y explotados como esclavos de los que habla Rafael Barrett en Lo que son los yerbales, que por otra parte nos hacen pensar, salvando las diferencias, en las situaciones de explotación que seguimos sufriendo en el mundo de hoy. Es maravilloso que podamos, gracias al periodismo, comunicarnos con otros, disolviendo las fronteras del tiempo y el espacio. Todo se vuelve presente.
En Maestros del periodismo hay textos de Luis de Oteyza y de Ramón J. Sender donde se nos habla de las carnicerías que ha sufrido España y de cómo sí hubo periodistas que lo dejaron todo para poder cubrir estos capítulos de la historia. ¿Considera que el periodismo del siglo XXI está consagrado a dar cobertura a estos hechos de la misma forma que se ve en el libro?
Creo que sí: podría haber hecho una antología con obras maestras del periodismo de autores de ahora mismo, desde jóvenes que están todavía en la carrera hasta veteranos. La profesión periodística, como ya sabemos todos, ha sufrido muchísimo la crisis de estos años, y quien no ha perdido su empleo sufre ahora condiciones de trabajo precarias, con exceso de producción y reducciones de salario, una situación que merma el ánimo de cualquiera. Pero a este deterioro muchos profesionales han respondido sacando lo mejor de sí mismos, haciendo esfuerzos extra, inventando nuevos proyectos, resistiéndose a que la precariedad matara también la ética de sus empeños. No se han olvidado, en fin, de su responsabilidad social como relatores críticos de nuestro tiempo. Junto a muestras de periodismo basura veo también ejemplos admirables. Los jóvenes periodistas españoles están muy preparados y cada vez viajan más. Hay un deseo de hacer buenos trabajos a pesar de todo. Cuando las empresas periodísticas se terminen de adaptar al periodo de reestructuración que están viviendo, de convergencia de medios y ajuste de costes, y cuando los lectores comprendan masivamente que el buen periodismo depende de que ellos paguen por él, podría empezar una nueva fase de grandes coberturas periodísticas.
Uno de los capítulos que más me ha llamado la atención de su libro es en el que nos cuenta la historia de Carmen de Burgos. Nos la dibuja como una mujer fuerte, luchadora por sus derechos y por los derechos de los demás, además de una intrépida periodista. No es tan conocida como otras mujeres periodistas de la actualidad.
Carmen de Burgos era una celebridad en su tiempo, y con razón. Era una periodista y activista social todoterreno, involucrada con todas las causas justas. Es un ejemplo intelectual y merece que se la conozca más. Es ley de vida que el público de hoy preste más atención a las periodistas, los periodistas, de ahora, los que ejercen en este momento. Pero estaría muy bien que tanto informadores, no importa su sexo, como lectores-espectadores, tuvieran presente a referentes como Carmen de Burgos, que ponen el listón de la calidad alto.
Todos los textos que has elegido hablan acerca del humanismo, de las personas, de cómo sufre cada ser humano. ¿Crees que la base de los problemas que llevamos arrastrando desde hace tanto tiempo es debido a una cuestión individual o, por el contrario, que es debido al espíritu colectivo?
Posiblemente a ambas negaciones: la destrucción de la persona concreta a la que aplasta el dogma totalitario, el sistema injusto y corrupto, y la destrucción de la comunidad solidaria por parte de intereses egoístas de grupos privilegiados. El trabajo del periodismo, creo, consiste en hablar de cada persona como un mundo único, y a la vez explicar, revelar, las estructuras que las unen en grupos, pueblos, países, religiones… Pero una explicación no puede prescindir nunca del individuo con nombre y apellidos. En este mundo las cosas pasan porque les pasan a personas concretas.
¿Crees necesario que en la formación de un periodista se estudien a maestros como los que rescatas aquí?
Sí, me parece fundamental que en una facultad o escuela de periodismo se estudie, se lea, a los maestros que nos precedieron. Ayuda a tener una perspectiva histórica y sus obras suponen un gran estímulo para el estudiante. Estaré muy contento de que después de leer esta antología el periodista de cualquier edad se diga, «voy a hacer un trabajo tan bueno como éste de Sender, de Blanco White o de Magda Donato». Y que el lector reclame en los medios de hoy trabajos igual de buenos. O mejores.
¿Cómo ve el futuro del periodismo?
El periodismo tiene el futuro asegurado porque ¿a quién no le gusta escuchar historias reales bien contadas? ¿Quién no necesita informarse de los cambios del mundo que lo rodea, en su barrio, en su ciudad, su país y el planeta entero? Otra cosa son los modelos de negocio para ejercerlo profesionalmente y para garantizar su independencia. En el periodismo actual hay de todo, pero creo que predomina, pese al deterioro del que hemos hablado, la dignidad y el deseo de hacer las cosas bien, aunque la falta de medios, de personal y de tiempo obliguen muchas veces a resolver a salto de mata los trabajos. Muchos compañeros, y estoy de acuerdo con ellos, me comentan que hay que producir menos material pero de mejor calidad.
Cierra su libro con un apartado llamado Para leer más. De todos los libros que menciona en él, ¿cuál recomendarías de manera más encarecida?
¡Todos! Pero, por dar dos nombres cuyas obras son muy accesibles, invitaría a leer a Sofía Casanova, porque sus crónicas están en la hemeroteca digital abierta de ABC, y a Manuel Chaves Nogales, porque hay numerosas ediciones actuales de trabajos suyos sobre temas muy diversos, desde la ocupación nazi de París hasta la cuestión de Cataluña durante la Segunda República. Leer el pasado ayuda a entender el presente. Sobre todo cuando el narrador te lo cuenta tan bien.
Si tuvieses que escoger uno, un favorito, ¿cuál sería?
Admiro profundamente a todos los que he recogido en Maestros del periodismo (que podrían ser muchos más, son sólo un botón de muestra), pero me quito el sombrero especialmente ante las periodistas mujeres de este volumen, Carmen de Burgos, Magda Donato y Sofía Casanova, que se abrieron camino en una profesión copada entonces, finales del siglo XIX y primer tercio del XX, por hombres. Siento también mucha afinidad con mi paisano Manuel Chaves Nogales: un sevillano cosmopolita y alejado de los extremismos. Ése es mi camino también.
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Me inclino ante tu escritura,siempre has sido la del don de palabra pero te has convertido en PERIODISTA Y ESCRITORA
[…] FUENTE: TERESA L. CERDÁN / TANYIBLE […]