Bueno, todo comenzó con dos ojos, pero Vile Corrupt tenía seis. Me parece que si en la vida ves más allá de la inocencia, si ves más de lo negativo, la pornografía, la violencia y otras cosas horribles, esto te acabaría afectando tras pensar mucho en ello. Eso es lo que le pasó a Vile Corrupt. Estaba presente en mis sueños, siempre nos enfrentábamos en una pelea de box, ¿me entiendes?, porque, de alguna manera, éramos la misma persona.
El concepto «gente que ve documentales de La 2» parece haberse convertido un tropo de «cosas que no existen». Por mi parte, como espectadora de documentales (de La 2 u otros canales) estoy dispuesta a defender mi existencia frente aquellos que consideran que una persona a la que le gustan los documentales es alguien tan imaginario como un unicornio.
Es curioso que entre quienes ridiculizan el posible interés del documental más o menos clásico[1] los hay que defienden, en loor a los audímetros, la existencia de programas que en sí no dejan de ser documentales en los que podemos contemplar, en su hábitat natural, a curiosas criaturas como tertulianos gritones y pseudocelebrities de nuevo cuño.
El caso es que leyendo Daniel Johnston por Daniel Johnston (Editorial Sexto Piso, 2014)[2], un libro dedicado a las ilustraciones de este músico californiano, me vinieron a la cabeza dos excelentes documentales que vi en televisión con un breve intervalo de tiempo entre ambos, dos ventanas a la vida de dos artistas fuera de la norma. El primero, ¿Qué tienes debajo del sombrero?[3] estaba dedicado a Judith Scott, que nació sorda y con síndrome de Down, y fue recluida desde temprana edad en instituciones que, a la antigua usanza, consideraban que sus pacientes estaban ahí para ser olvidados. Se pueden imaginar el atroz aislamiento de Judith durante décadas, hasta que su hermana Joyce asumió su tutela legal y la sacó de su encierro. En un entorno mucho más humano, Judith asistió a diversas clases de arte terapeutico sin responder particularmente, hasta que la visita de una artista téxtil despertó algo en ella. Entonces, como si fuera una larva que va a transformarse en crisálida, empezó a crear intrincados y multicolores capullos con todo tipo de hilos. Judith, que había sufrido durante años sin poder comunicarse o ser entendida, halló por fin la manera de expresarse. Hoy en día sus obras están en multitud de museos y colecciones particulares de todo el mundo[4].
El documental The Devil and Daniel Johnston[5] narra la vida de este artista que, aún sin ser como la de Judith Scott, guarda algunos puntos de contacto. Johnston aparece al principio como un chaval extremadamente tímido que compagina sus aficiones artísticas con un trabajo a tiempo parcial en un restaurante de comida rápida. Se promociona regalando cintas caseras con su música y la Rana Jeremy saludando desde la portada con un gentil «Hola ¿Cómo estás?». Kurt Cobain aparece en público llevando una camiseta de Jeremy, y entonces Johnston adquiere una cierta fama en los círculos de música indie. Entre bolo y bolo, Daniel prueba el ácido y se aficiona con desastrosas consecuencias: El LSD, combinado con su educación en un hogar de estricta observancia religiosa y su frágil psique, provoca una serie de crisis[6] que comportarán ingresos sucesivos en centros psiquiátricos que parecerían ser el final de su carrera. Y sin embargo, no es así: en la actualidad, un Johnston más o menos recuperado vuelve a cantar y sus dibujos, mayoritariamente ejecutados con rotulador y con psicodélicas combinaciones de color, se cotizan al alza.
Así como su faceta de músico me recuerda la candidez de un Jonathan Richman pero sin desbastar, sus coloristas dibujos tienen una marcada personalidad. La alegórica y tortuosa imaginería de Johnston tiene temas y personajes recurrentes: la rana Jeremy con sus ojos de gasterópodo; su alter ego malvado, Vile Corrupt; Satán, su mayor enemigo, siempre buscando la condenación eterna de las almas en general y la de Daniel en particular; hombres de cráneo abierto y hueco; hidras apocalípticas con testas disneyanas… Su estilo ingenuo y tosco bebe de tanto de la épica marveliana de Jack Kirby o Mike Kaluta como de los cándidos tebeos de la Harvey. Un cosmos en el que cohabitan férreos superhéroes y elásticos dibujos animados. Estas ilustraciones reflejan claramente el purgatorio mental del retraido Daniel describiendo un mundo enrevesado, onírico y en constante conflicto. Como prototipo del alma torturada por la lucha entre el bien y el mal, tenemos las diversas encarnaciones del Capitán América, quien a veces aparece como el hamletiano Steve Rogers reimaginado por Stan Lee en los 60, el noble héroe desubicado en un mundo nuevo que le cuesta entender; en otras ocasiones aparece como su reverso oscuro, el Capi macarthista de los 50[7], un fanático patriotero que te machacará o te enviará a morir en una tierra extranjera en nombre de la opresión.
Johnston me hace pensar en un Mike Allred al que se le ha torcido la vida, y las similitudes son fascinantes: Allred es un dibujante de cómics de fe mormona y músico rockero con su grupo The Gear. Su elegante dibujo de inspiración pop es uno de los más reconocibles del cómic norteamericano. El mundo de vivos colores y línea clara sin sombras en el que transcurren las aventuras de supersonaje más conocido, Madman, es tan extraño e inquietante como el que reflejan los dibujos de Johnston: si leen, por ejemplo su miniserie G-Men from Hell[8] verán también superhéroes entre el cielo y el infierno, almas en tormento y antagonistas repulsivamente grotescos. Es como si Allred, allá donde Johnston aún vaga perdido, hubiera sido capaz de domar su imaginación y conseguir el éxito dentro del mainstream.
Harvey Pekar, él mismo un artista fuera de la norma[9] reflexiona en su texto sobre lo que motiva a gente como él a crear de manera compulsiva:
Cuando pienso en las cosas que han pasado en la vida de Dan, no puedo decidir si ha tenido más suerte que talento (…). Perdió unos cuantos años productivos en el camino, pero aún es capaz de darse una vida perfectamente buena con su música y su arte. Imaginen que hubiera pasado si la alocada química del cerebro no lo hubiera desviado durante diez años. Me pregunto lo msmo sobre mí. Mi vida ha tomado un curso que es muy distinto al de la mayoría. No me desperté una mañana y dije «¡Seré un artista! ¡Debo ser un artista!». Al igual que Daniel, sencillamente hago lo que hago y no me imagino viviendo de otra manera.
Explicaba Jean Renoir que su padre Pierre-Auguste, cuando el dolor y la parálisis causada por la artritis ya no le permitía sujetar los pinceles, se los hacía atar para poder pintar: crear, explicaba el director de cine, era para su padre una necesidad fisiológica. Seguramente eso define mejor que nada el impulso detrás de la creación artística, tenga éste parabienes públicos o florezca en los rincones mas oscuros, y nos explica la obra de Johnston y Scott, pero también la de Kirby, Pekar o Allred: El arte que surge de manera inevitable y necesaria.
Notas:
[1] Discovery Channel ha parecido dar con una fórmula apta para las grandes audiencias, básicamente decantándose por la opción de dar espectáculo o el docu-reality (más reality, que de lo otro, se entiende), con unos documentales que tienen la tendencia a durar tres o cuatro veces más que un documental clásico para explicar menos de la mitad de cosas.
[2] Con entrevistas a Johnston y textos de Philippe Vergne, Harvey Pekar y Jad Fair.
[3] Documental de Lola Barrera e Iñaki Peñafiel, del 2006, sobre el que podeis encontrar más información aquí.
[4] Quienes estén interesados pueden encontrar aquí más información sobre Judith Scott.
[5] Dirigido en 2005 por Jeff Feuerzeig.
[6] En una de ellas manda al hospital a su manager, poca broma.
[7] El Capitán América fue creado originalmente por Jack Kirby y Joe Simon para Timely Comics (la predecesora de la Marvel) en 1940, dedicándose a zurrar a las huestes de Hitler y Hirohito. Al final de la Segunda Guerra Mundial, y con el advenimiento de la Guerra Fría, los subsiguientes autores de sus aventuras lo reciclaron en un aguerrido anticomunista. Cuando Stan Lee recupera al personaje en los años 60 en las páginas de Los Vengadores, reescribe su historia: El auténtico Capitán América, nos revela Lee, ha estado en animación suspendida dentro de un témpano desde 1945. Para solventar esta discrepancia con la continuidad previa, el guionista Steve Englehart nos explicaría que el Capi de los 50 era en realidad un fan obseso del original que por patriotismo se sometió a una versión incompleta del tratamiento que había convertido a Steve Rogers en un supersoldado; a causa de ese defecto en el proceso, la mente del falso Steve Rogers se desequilibró hasta convertirse en el facha paranoide de los 50, y finalmente en un racista filonazi en su reaparición en los 70, enfrentado al auténtico Rogers: El maccarthismo entendido como un defecto de fabricación, no me digan que la metáfora no es encantadora.
[8] Publicado en cuatro entregas por Dark Horse el año 2000, dentro de la serie Madman.
[9] Pekar, un creador fuera de la linde de la industria editorial, alternó su vida como archivista médico con la creación de American Splendor, un cómic autobiográfico trasladado a la pantalla en 2003 por Robert Pulcini y Shari Springer Berman, con un memorable Paul Giamatti en el papel protagonista.