Vaya por delante que una antología con la intención de seleccionar a los mejores autores menores de treinta años es tan aleatoria (respecto a la totalidad de autores antologables) como una antología que reúna a los mejores escritores rubios o a los mejores escritores con manos grandes y viriles. Y vaya por delante que hacer una crítica sobre autores jóvenes y que su edad sirva como atenuante o agravante o excusa es inútil, pues todo autor es, sobre todo, un autor; independientemente de los adjetivos que quieran adjuntársele, sean éstos «comercial», «joven» o «astuto». Los adjetivos aplicables a un autor no debieran juzgarse, como tampoco se juzga un accidente. Y ahora sí.
Bajo treinta se incardina a la costumbre de la editorial Salto de Página de publicar una antología anual, que comenzó con La lista negra y tuvo su exponente anterior en Prospectivas el pasado año. Si la primera recopilaba relatos de género negro y la última fue un excelente combinado de lo mejor de la ficción prospectiva (sic), llámese ciencia ficción o ficción especulativa o de anticipación, Perturbaciones y Aquelarre (fantástica/maravillosa y terror, respectivamente) completaban hasta hoy esta línea editorial que continúa con la presente selección.
El fin de un libro así es evidente: aspira a mostrar a sus lectores escritores que el sello y el antólogo consideran que es lo mejor (y, en tanto jóvenes, menos accesibles) de esta cambiante escena editorial llena de editoriales glocales, grandes fagocitaciones corporativas, terrores tecno y miríadas de autores primerizos que se autoeditan (trasladándose de lo creador-fornicante a lo vendedor-masturbatorio). Pues eso está muy bien. El lector que confíe bien en la editorial, bien en el antólogo, encontrará en ella una selección de la que se puede afirmar que tiene buen gusto. Como en un muestrario de telas, uno puede pasear entre ellas y admirar su color y su tacto. De alguna pediremos ver el rollo entero. De eso se trata al final. De abrir la puerta. Toda antología es un catálogo.
Del último texto, yo pediría ver el rollo entero. Lástima que el resto no esté escrito. Lo firma Juan Soto Ivars y arriesga con un narrador atípico que peca de solemne nada más, bien acabado. Soto Ivars tiene oído y buena mano. Los tiene, oído y buena mano, también Matías Candeira que recupera un relato de su último libro en el que pueden observarse los rasgos más llamativos de su inquietante y elíptica prosa. Éste es el único autor (si exceptuamos al antólogo que, no faltaba más, ha evitado incluirse a sí mismo) publicado previamente por Salto de Página. El relato que aporta Víctor Balcells es quizá uno de los mejores de su primer libro, publicado por la Editorial Delirio, aunque en mi opinión no es el más representativo de cierta dimensión entusiasmante y festiva de su estilo. Se ha optado aquí por elegir un tono más sentimental. Cabe destacar también de entre los catorce, por no alargarme demasiado, a Irene Cuevas, cuyo estilo muy hermoso y dulcemente surrealista ha sido un hallazgo. Un hallazgo para mí, claro; para quienes la hayan leído, no lo será tanto. Un solo hallazgo justifica una antología, esto lo sabe todo el mundo.
Dado que la mitad de los jóvenes está oficialmente en paro y que a esa edad se tiende a idealizaciones persistentes del futuro, sin duda hay muchísimos jóvenes escritores. Muchísimos. Casi puede oírse el tecleteo por la tarde a la hora de la siesta desde aquí. Eso no es bueno ni malo. Sin embargo, es cierto que el mercado es inabarcable, confuso, siempre atestado de novedades y oscuras maniobras de márquetin. Las antologías cumplen funciones de nodo, conectan lo conocido con lo desconocido; no importa si el criterio es aleatorio: juventud o madurez o convicción política. Relacionan autores y textos que estaban aislados y, lo pretendan o no, establecen su propio discurso sobre la realidad a partir de la suma de sus autonomías. Es fácil hacer política. Ya ven. Y no es menos cierto que los jóvenes escritores no lo tienen fácil para hacerse un hueco en esta merienda de negros. Por ambos motivos y porque está hecha por un sello que se ha ganado el respeto de sus lectores con buen gusto, Bajo treinta es una buena noticia para los lectores.