El renacimiento del Pulp se constituye como una tendencia que deja atrás las modas imperantes en cuanto a la creación literaria. La literatura de ficción resurge de un modo insospechado, infundado, quizás, por la situación global que estamos viviendo; la evasión en forma de literatura como modo de olvidar los problemas está dejando impronta en nuestro día a día. El Pulp no pretende grandes elogios, ni tan siquiera el reconocimiento por parte de los grandes leones de la literatura. Simplemente huye de lo real para establecerse en la mente del lector y así hacer de bálsamo contra la aspereza de la realidad.
El Pulp que tanto estuvo de moda durante el primer tercio del siglo XX bebe directamente de los penny dreadfuls o dime novels que tanta aceptación tuvieron durante la segunda mitad del siglo XIX. El monstruo romántico surgido de la literatura gótica vuelve con fuerza para quedarse y para recordarnos que no estamos solos en el tiempo; vampiros, el monstruo de Frankenstein, los muertos vivientes y las antiguos deidades lovecraftianas regresan de los rincones más oscuros para establecerse en las librerías como protagonistas antagónicos de la literatura de autor. Existe una rivalidad, una alternativa que se alimenta de universos como los de Conan Doyle, Verne o Howard.
El resurgir de este fenómeno no es más que la respuesta al ansia interna del lector para explorar silenciosamente otros mundos y beber directamente de ellos. La literatura fantástica, proveniente de la brillante gótica de Maturin, Goldwin o Radcliffe, se constituye como eje principal para abrir las puertas de la evasión; el arte romántico muta en entretenimiento. De ahí que algunos literatos puedan considerar el Pulp como un género menor, ya que prostituye la idea de la belleza en lo escrito para otorgar sencillez en sus historias y aportar un alcance mucho mayor que la literatura convencional. Los grandes pensadores nunca han sido tendencia, pero sí lo han sido los grandes narradores que mediante sus aventuras esconden su forma de entender el mundo. Los relatos SteamPunk son una alegoría a la Revolución Industrial del siglo XIX así como el monstruo de Frankenstein que se define como un elogio en forma de relato para contar los avances de la medicina y el pensamiento humano.
Julio Verne, autor anterior del genero Pulp, fue un adelantado de su tiempo, así como también lo fue la fabula fantástica de Orwell, Rebelión en la granja donde los animales hablaban (nada menos). La literatura fantástica siempre se ha valido de la moral para establecer sus bases y la Ciencia Ficción sirve a modo de advertencia futura para reconducir según qué tipo de actitudes humanas.
En la actualidad, el relato de ficción se reinventa para ofrecer su lado más sensacionalista y rescatar al monstruo clásico para ofrecer un espectáculo silencioso repleto de acción y evasión sin límites. El estilo literario en el Pulp se convierte en una herramienta para contar historias y deja a un lado la belleza de la palabra y la poesía para centrarse en la acción. En el Pulp puro y duro, el Pulp de batalla, las historias se desprenden de la ética para enfrentarse a los nazis o revivir muertos vivientes y así, salpicar al lector e impregnarlo de la vieja esencia que desprendían las páginas de las publicaciones que tanto estuvieron de moda en Estados Unidos durante los años treinta. El autor de ficción se olvida de los formalismos y siguiendo las pautas de la buena narración se adentra en el laberinto de su propia ficción para extraer sus mundos oníricos y convertirlos en aventuras.