La irrupción de Internet, la reacción tardía y caduca de muchos ejecutivos del mundo de la comunicación, la crisis, la caída de la publicidad, el cambio de paradigma y, en suma, una transición de un modo de hacer las cosas a otro radicalmente distinto, llevan generando en el mundo del periodismo el efecto «elefante en una cacharrería» desde hace años. Y sería un elefante que hubiese puesto dinamita o una bomba de bola negra con mecha a lo tebeo de Bruguera en esa cacharrería.
Mientras emergen nuevos medios, los tradicionales más poderosos se van suicidando, la mayoría de las veces por una mezcla de malas prácticas empresariales, apego al poder que les nutre de publicidad institucional y búsqueda de la rentabilidad inmediata a toda costa. En el caso de los medianos o pequeños el estrangulamiento económico fue inmediato y sin clavos ardiendo a los que aferrarse para prolongar la agonía. El resultado de todo este proceso, entre otros, ha sido el de miles y miles de periodistas en el paro, entre ellos muchos profesionales reconocidos y de más que sólida trayectoria, cuyos años de dedicación fueron recompensados a la española manera: con una patada en el trasero de las que dejan huella de suela en el pantalón. Uno de los que ha sufrido este tratamiento tan propio de cierto sector del empresariado español es José Yoldi. Agradecemos sus serviciós, ahí está la puerta.
Su caso ilustra como pocos las formas, intereses y excelentes modales de algunos prebostes del mundillo, pues fue incluido en el famoso ERE de El País más o menos cuando le concedían uno de los galardones periodísticos más importantes, el Premio Víctor de la Serna, que en este caso reconocía sus exclusivas sobre el llamado caso Dívar. Como otros compañeros, fue puesto de patitas en la calle como recompensa a años de trabajo donde se convirtió, primero en Europa Press y luego en El País, en uno de los mayores expertos en información judicial y terrorismo. Afortunadamente, como otros periodistas veteranos que corrieron la misma suerte, no se ha desanimado y se ha puesto a cultivar tomates en la Alpujarra, sino que sigue ejerciciendo en medios como Cuartopoder o Jotdown. También se ha introducido en el campo novelístico y en obras de no ficción como la que tenemos entre manos, Peor habría sido tener que trabajar, un breve anecdotario publicado por Libros.com gracias a una campaña de mecenazgo por Internet.
El título hace referencia a una conocida frase en muchas redacciones periodísticas, cuando tras todo un día de trabajo y quizá ya en plena noche, aún queda bastante más labor, que concluirá a horas poco razonables, a esas en las que Cenicienta ya tiene que ir pensando en excusas convincentes. La irónica sentencia incluye tanto la vocación y atractivo del periodismo (esas horas en teoría no pesan como las de otros trabajos) como el hecho de que las clásicas redacciones exigían una dedicación plena y estajanovista.
José Yoldi hace un recorrido ligero en el mejor sentido, pero nunca frívolo, por algunos momentos representativos de su carrera, seleccionándolos con tino para que reflejen algo más que que sus andanzas periodísticas. De esta manera, con humor y sencillez, nos encontramos, al estilo de las pinceladas impresionistas, con una serie de historias que muestran algunos de los rasgos del trabajo en los medios de comunicación, del mundo judicial y de la sociedad española de las últimas décadas.
Y a modo de mini-spoilers igualmente impresionistas (no destripamos nada de verdad), nos encontramos, por ejemplo, con:
a) Abogados que defienden habitualmente a miembros del GRAPO y que no dudan en algunos de sus otros casos en recurrir a sobornos de funcionarios.
b) Monjas que resultan claves en la investigación del caso de envenenamiento por aceite de colza.
c) Fiscales que odian tanto al autor del libro que escupen literalmente cuando pasa.
d) Mafiosos traicionados por sus bellas amadas.
e) El ínclito Aznar intoxicando de lo lindo al llamar a los directores de los principales diarios tras el atentado del 11 M (y logrando su objetivo para bochorno de alguno de esos directores).
f) El juez Baltasar Garzón desfaciendo primero entuertos y luego siendo desfacido por los que antes apoyabans sus desfacimientos.
g) El ínclito señor Dívar y sus grandes viajes pagados con fondos públicos.
Y junto a algunos de estos protagonistas varios trucos para salir airoso de diversos atolladeros que provoca el oficio (sobre todo cómo evitar demandas) y, especialmente, una de esas enseñanzas que bien sirven para transmitirse de boca a oído durante generaciones: En caso de duda, haz periodismo. ¿Qué significa esto? Mejor las propias palabras de José Yoldi:
(…) reflejar lo más fielmente posible lo que está pasando, explicar las contradicciones existentes y, si se puede, interpretar las razones de esas conductas. Ya les anticipo que, aunque aparentemente la receta es sencilla, cumplirla estrictamente no suele ser fácil.
Esta última aseveración podemos comprobarla cada día entre informaciones tendenciosas y faltas de contraste, partidismo absoluto y la nueva lacra del periodismo: todo vale con tal de publicarlo primero en internet (lo que está convirtiendo a muchos diarios en una especie de locas ametralladoras de noticias).
En resumen, un librito (por su tamaño, se lee en poco más de una hora) que tiene la virtud de divertir, conseguir unas cuantas sonrisas, informar sobre algunos tejemanejes, y ofrecer una concisa visión sobre el periodismo por parte de una de sus figuras más destacadas en las últimas décadas. Muchos de nosotros, sin darnos cuenta, no hemos parado de leer al autor en los diarios sin fijarnos quizá en su nombre en negrita situado al principio del texto. Eso, lejos de ser triste, es uno de los logros a los que debería aspirar todo buen periodista.