Así como muchas series japonesas empiezan siendo publicadas en cómic, dando el salto a la animación, videojuegos y generando merchandising fetiche a medida que el manga original adquiere popularidad, Patlabor(Planeta-DeAgostini Comics, 1997-1999) fue planificado por el equipo Headgear(1) desde el principio como una franquicia multimedia. Pese a contar con una biblia argumental común, la simultaneidad a la hora de lanzar los diferentes productos originaría divergencias guionísticas de mayor o menor importancia según el medio. Así, las películas tienden a tramas autoconclusivas, planteamientos argumentales de alto calado y, siendo dirigidas por Mamoru Oshii (fan declarado de Tom Clancy), son altas en contenido conspiranoico. El anime, y en especial la serie televisiva y su posterior continuación en capítulos para distribución directa en video(2), siguen hasta cierto punto el argumento del manga, aunque tienen una tendencia a exagerar tanto la espectacularidad de la acción (persecuciones, chupinazos y explosiones varias) como el tono de comedia, que muy frecuentemente deriva al screwball más delirante(3).
La serie de manga, obra de Masami Yuuki, es mi favorita entre los diversos ofrecimientos de la serie, entre otras cosas por su gran coherencia interna y su tendencia a tramas más realistas y verosímiles. El planteamiento es el siguiente: en un futuro cercano, se ha extendido el uso de Labors para su uso en la industria y la construcción. Los Labors suelen ser robots gigantes, generalmente de formas humanoides (aunque no tan gigantes como los robots de otras series del género Mecha(4), pongamos Mazinger o Evangelion), y su ocasional mal uso con intenciones criminales hace necesaria la creación de un cuerpo policial equivalente, una patrulla de Labors. La serie sigue las vicisitudes de la puesta en marcha y posteriores aventuras de la Segunda Patrulla de la Segunda División de Vehículos Especiales de la Policía Metropolitana de Tokyo… Básicamente, imagínense una sección de la Guardia Urbana de una gran ciudad formada por robots gigantes y sus respectivos equipos de agentes y mecánicos.
Frente a sus muy competentes colegas de la Primera Patrulla, los jóvenes que pasan a formar parte de la segunda Patrulla están verdes, son torpes y andan un tanto desubicados. La protagonista principal es Noa Izumi, una temperamental joven del norte que es una loca de los Labors: nada le emociona tanto como quitar la funda de plástico que protege la tapicería de su Shinohara Ingram AV 98 («Ah, ese olor a nuevo»), al que adora con tal pasión que hasta le pone nombre de pila, Alphonse. Precisamente por ello, no soporta meterse en según qué fregados que pudieran causar el más mínimo desperfecto a su robot, lo cual afecta a su eficiencia como agente. A Noa, en el fondo una buenaza, también le cuesta imponerse para hacer cumplir la Ley.
El piloto del segundo Ingram presenta un perfil bastante distinto: proveniente del cuerpo antidisturbios: Isao Ota es un fanático de la acción directa y contundente; el cumplimiento a rajatabla de las ordenanzas es para él más sagrado que los diez mandamientos. Su labor visita el taller con frecuencia y su afición a las armas de fuego y a pillar calentones hacen que muchas veces cree más problemas que los que tiene que solventar.
Controlando a los labors, desde el exterior, están Asuma Shinohara y Takeo Kumagami: contrastando con sus emocionales y rústicos pilotos, los controladores son unos cerebritos que analizan cómo mejorar el rendimiento de los Ingram. Asuma es hijo del fabricante de los Ingram y su decisión de ser funcionario de policía en vez de ejercer de brazo derecho de su padre resulta un tanto intrigante: Shinohara sería un oficial perfecto si no tuviera un punto de arrogancia y un exceso de sensibilidad que denota cierta inmadurez. Tiende a ser irritantemente paternalista con Noa y le cuesta seguir órdenes. Comparada con él, Takeo Kumagami es prácticamente perfecta: eficiente e inteligente, se esfuerza en desempeñar su cometido de la manera más excelente posible, nadie de la segunda Sección es capaz de vencerle al Judo y sabe mantener la cabeza fría en situaciones de peligro… Podría ser una Mary Sue insoportable si no tuviera un par de talones de Aquiles que la hacen encajar perfectamente con sus calamitosos colegas: Bajo una superficie impecable, Kumagami tiene un miedo irracional a lo sobrenatural, y algún que otro noviete muy poco recomendable en su pasado.
Completan la unidad los que posiblemente sean las dos personas más normales de la patrulla, Hiromi Yamazaki, un gigantón amable de pocas (pero mesuradas) palabras, y Mikiyasu Shinshi, el único hombre casado de la patrulla, un tipo nacido para trabajar en una oficina que a veces se siente como un pez fuera del agua ejerciendo como agente de policía y rodeado de post-adolescentes.
Intentando coordinar a este grupo de inadaptados está el capitán Kiichi Gotoh. Gotoh es un misterio: se rumorea que es uno de los mejores oficiales del cuerpo, pero lo que vemos es a un funcionario indolente que parece haber sido exiliado, para no estorbar, a los hangares en la periferia de Tokyo que son la sede de las dos patrullas de vehículos especiales. La capitana Shinobu Nagumo de la Primera Patrulla soporta estoicamente a un colega que con toda la pachorra del mundo parece dedicar la totalidad de sus horas de trabajo a hacerse la pedicura, echarse cigarrillos, soltar frases de un cripticismo indescifrable y tirarle los tejos. Lo cierto es que bajo esta fachada de alguacil displicente, el flemático Gotoh es un estratega de altura, lo que pasa que sólo le preocupan las cosas que son importantes de verdad, pasando de ordenanzas y procedimientos para dedicarse a solventar lo realmente primordial. Su método es un tanto heterodoxo y sabe manipular hábilmente a sus pupilos para que se salten las órdenes cuando es necesario. Más padre que patrón, sus subordinados le ven más como ese tío un tanto golferas al que toleras su mal ejemplo con resignación. Quizás el gran logro de Gotoh es conseguir poco a poco que sus inadaptados subalternos pasen de ser la patrulla con peor prensa de toda la Policía Metropolitana a un equipo razonablemente eficiente en el que sus miembros aprenden a tolerarse e incluso a apreciarse.
Es una serie que apenas parece de ciencia-ficción, dado su énfasis en las relaciones humanas y en la cotidianeidad; su tono bascula entre Loca Academia de Policía y The Wire. En sus argumentos puede tener tanta importancia una batalla robótica como un menú de oferta. El diseño de los robots nos presenta unos prototipos razonablemente verosímiles y de estudiada funcionalidad: más que batallas de fantasía aquí priman los manuales, las actualizaciones del sistema operativo o ver los últimos modelos en la feria industrial del sector. Frente al futuro imaginado, ese siglo XXI de naves voladoras con relucientes colores y viajes interestelares, Patlabor nos presenta un mundo que no dista mucho del que conocemos: Un futuro en el que también existen la rutina, las broncas en la oficina y las revisiones de ITV, aunque sean de robots gigantes.
Una cosa que me gusta de la serie es el buen fondo de los chicos y chicas de Gotoh: a los Ingram nunca los ves reprimiendo manifestaciones, e incluso en un episodio en el que la Segunda Patrulla tienen que ocuparse de un caso de sabotaje industrial, sus miembros se sienten más cercanos a los trabajadores o al ingeniero indio que sufren las arbitrarias decisiones de su jefe, que a este último, un tipo altivo y xenófobo al que la investigación de Gotoh pondrá en su lugar. Es interesante como en un género considerado de acción, Yuuki nos presenta un mundo en el que todo no es lo que parece a primera vista y en que el Renoiriano principio de que «todos tienen sus razones» ocupa un lugar destacado.
A esto se le añade que son unos personajes esencialmente honestos, incluido el zorrete de su capitán. Pocas veces lo pasa peor la Segunda Patrulla como cuando una revista denuncia sospechas de trato de favor en la adquisición de los Ingram como vehículos policiales: todos se ven afectados por esa sombra de sospecha, aunque no sean ellos los responsables. Asuma se siente doblemente afligido, en tanto que policía e hijo del fabricante, y hasta al bruto de Ota le pone malo pensar que su instrumento de trabajo pudiera estar mancillado por la corrupción. Lo más interesante de este caso es que pese a que ninguno de los ellos lleva bien las críticas de la prensa, no matan al mensajero, sino que se ponen a reflexionar sobre el origen de las críticas (La prensa, de hecho, llega a tener un papel relevante en la investigación de algunos casos de Gotoh).
Si Yuuki se muestra menos tolerante con alguien, es con los mayores antagonistas de la Patrulla Labor, y no hablamos de obreros reivindicativos y activistas ecológicos que puedan sabotear labors, o operarios de labors que se han pasado con el sake y acaban destrozando medio barrio. En Patlabor, los mayores villanos son miembros de grandes corporaciones, como los implicados en unos experimentos genéticos que, descartados por el desagüe, dan origen a una de las sagas más memorables de la serie, en la que un ser creado en un laboratorio deviene un monstruo que aterroriza a las parejitas que buscan intimidad en el solitario rompeolas de la bahía de Tokyo. Los Ingram tienen que combatir al monstruo mientras Gotoh y sus colegas inspectores despejan el entramado que le dio origen y los oscuros intereses de quienes quieren tapar el asunto.
El otro gran antagonista a lo largo de la serie es el Señor Utsumi, un directivo sin escrúpulos que propone a sus jefes una curiosa táctica de I+D: enfrentar sus prototipos a los Ingram de la Policía para irlos mejorando hasta conseguir un labor de combate imparable por el que se peleen todos los ejércitos del mundo (y ya se sabe, los presupuestos de defensa nunca sufren recortes y mueven mucho dinero). Utsumi es un villano irresistible: Aunque insoportablemente presuntuoso, su audacia, inteligencia y sentido del humor le convierten en la principal némesis de la Sección de Vehículos Especiales. Utsumi luce la sonrisa perenne de un tipo que se toma la vida como un juego y sabe caer siempre de pie. Su estrategia sorprende e irrita a sus propios jefes, haciéndoles dudar entre ofrecerle un ascenso o hacerlo liquidar. Su pupilo, el adolescente Badrinat «Bad», es un muchacho al que él mantiene deliberadamente en una mentalidad infantil que le permite convertirlo en su piloto de pruebas perfecto: Un chiquillo adicto a los videojuegos y sin restricciones morales, que considera un Labor de alta capacidad destructiva como el mayor tren eléctrico con el cual un chico pueda jugar(5). Yuuki contrapone el infantilismo en el que está estancado Bad a la creciente madurez de Noa, la piloto del Ingram 1, principal contrincante de los labors que pilota el adolescente: Para Bad, los Labors son un pasatiempo, para Noa, una responsabilidad.
La edición en castellano de Patlabor quedó tristemente inconclusa(6). Posiblemente el hecho de ser editada sin que el anime fuera emitido por televisión ayudó a su falta de repercusión. Además, no encontró su público potencial: posiblemente los temas de fondo tratados en la serie tenían excesiva profundidad para aficionados al Mecha que simplemente buscaran espectaculares batallas robóticas para pasar el rato. Ciertamente, no era tampoco una serie que ofreciera fan service en cantidades suficientes para aquellos que aprecian un manga en función de la chicha exhibida. Es en todo caso, un manga de lectura muy recomendable para los aficionados al género policíaco con pincelada futurista.
[Notas al pie:]
(1) Headgear está compuesto por el director Mamoru Oshii, el escritor Kazunori Ito, los diseñadores Yutaka Izubuchi (robots) y Akemi Takada (personajes), y el dibujante de manga Masami Yuuki.
(2) En el argot del aficionado, OVAs (original Video Animation). Hubo una primera serie de OVAs, previa a los largometrajes y divergente del manga en cuanto a personajes y argumentos.
(3) Me viene a la mente un episodio (sin equivalencia argumental con la serie de manga) en el que la Segunda Patrulla intenta localizar a un peligroso malhechor que se ha ocultado en unos baños publicos: el episodio tenía un punto de comedia homoerótica gamberra que posiblemente explique porqué el anime no se ha llegado a emitir en estos lares, donde aún sigue vigente en la cabeza de muchos programadores la asociación entre dibujos animados y horario infantil.
(4) Mecha, de mechanics, se usa para definir series de ciencia-ficción en las que aparecen robots gigantes.
(5) Si me permiten robarle la frase a Orson Welles
(6) La edición de planetaDeAgostini sólo llegó hasta el tomo 12 de los 22 que consta la serie original. En castellano están disponibles cuatro volúmenes más gracias a una heróica fanedición. Para los que quieran llegar al final de la historia, y mientras ninguna editorial se anime a editarla en castellano, la opción más asequible desde un punto de vista lingüístico es la edición italiana de Star Comics, que se completó en 2003.