Todo cuanto envuelve este libro es un misterio necesario. Y todo se repite. Esta frase, por ejemplo, viaja hacia el futuro. Me temo que hablar un poco sobre el libro supone hablar demasiado. Hablar poco de él o no hablar nada sería una injusticia. No sé cómo vamos a llevar esto a buen puerto. Una opción es que hable otro. Se ha dicho de él: «La historia de un huraño físico con un oscuro trauma interior que en 1905 inventa una máquina para [spoiler] y efectúa nueve [spoiler]…» (Javier Calvo scripsit). Si tacho es porque este libro hay que leerlo sin saber. Puede acceder al artículo para leer todo lo que dice de ella Javier Calvo si lo que quiere es saber. Lo que dice es sensato y tiene razón, probablemente. Además, ese artículo se ha convertido en lectura obligada para comprender ciertos interesantes movimientos editoriales y literarios. De cualquier modo, si tiene la suerte de que no sabe nada, no seré yo quien se lo cuente. No voy a hacerle a usted esa faena. Léala. Haga caso a este desconocido. O no lo haga. Qué quiere que yo le diga.
Pero algo hay que decir, alguien dirá.
Algo diré sobre lo que no es el argumento: la narración se integra en un collage de autorreferencias y referencias externas (de lectura voluntaria): dossieres anejos al texto que amplían y desvían al lector en rizomáticas conexiones hacia el exterior. Hacia lo real. ¿Distraen al lector? Mejor lo posicionan e implican.
Este libro habla sobre todo de la realidad. De lo que es Real. Es un libro ilustrado. Hermoso. Javier Jubera lo está rompiendo entre algunas editoriales que me gustan mucho. (Él me gusta mucho: su trazo nítido, educado y brillante.) Es un relato de ciencia ficción, pues sí, a lo mejor es steampunk catalán. Por catalán no entiendan nada, que yo no he dicho nada. Catalán a lo Eduardo Mendoza. No, como Eduardo Mendoza no. Aunque es una novela histórica, en cierto modo. Tal vez ya esté diciendo demasiado. Veamos. Es una admirable prueba de fuerza sostenida sobre una paradoja. Por ambición, precisión y munición es una belleza. Una novela como no se habían visto por estos pagos jamás. He dicho Jamás. Al menos desde algunos experimentos lúdicos estructurales/temporales de Stanislaw Lem o de Borges, aunque Borges menos. El propio libro es una máquina del tiempo. Es la historia de Ícaro con el castigo de Prometeo. En este caso, las manzanas de las Hespérides serían cuantos de materia. Es postmoderna de un modo muy clásico. Oiga, y yo qué sé. Si usted no está entendiendo bien nada de esto, estoy haciéndole un favor. Hágame caso. Esta frase, por ejemplo, se repite. Ha venido a encontrarse con esta otra frase desde el pasado.
Y ¿qué me dice del autor? Lo firma Colectivo Juan de Madre. La foto interior (que no está en la solapa) es el negativo de una niña con perlas en una terraza o algo parecido. Hay varios nombres más en el interior. Nombres de presuntos autores. Un hombre fue visto en Barcelona firmando ejemplares durante el día de sant Jordi (del Libro en Barcelona, y de la Diada para más señas). Otro hombre distinto participó hace unos meses en la presentación de una revista que tuvo lugar en La Central de Callao en Madrid. Ambos afirmaban ser la misma persona. No puedo aportar ninguna otra información. No eran la misma persona. Intimé brevemente con el segundo hombre. Me parece una opción factible como autor. No lo sé. No sé nada.
Está bien… Lo haré. Soy débil. Digo algo sobre el argumento. La cosa va de una máquina del tiempo encerrada en un misterio de cuarto cerrado al estilo de Gaston Leroux. Leroux también sale en la novela. Sale en el Chelsea Hotel. Eso es más que suficiente. Es demasiado. Lo siento mucho. Todo cuanto envuelve este libro es un misterio necesario. No se puede hablar de él. Y, sin embargo, desde hace meses, mucha gente habla de él. Un editor de otro sello se tomó la molestia (o se dio el gusto) de sacarse una fotografía delante de la casa del científico en que se inspira la historia y de subirla después a redes sociales. Esto es significativo. No sé de qué. He reconocido esa mirada de «¿Tú también lo sabes? Sshh…» entre aficionados, en presentaciones y eventos. Tal vez esto sea una exageración. Si no fuera por los eventos, se haría muy difícil saber de qué hay que hablar y, sobre todo, de qué no hay que hablar. No nos desviemos. Es difícil con este libro hablar del libro. Quiero decir sin decir demasiado. Esta frase es la primera frase y ahora está aquí y ha cambiado, nadie la reconocería. Estaba aquí desde el principio, ¿sabe usted? Si no lo sabe aún, ha de leerla.