Todavía hoy, a las alturas en las que estamos y todos con estos pelos, no se reconoce el género literario de los anuncios por palabras dedicados a la prostitución; ni tan siquiera como un género menor entre el haiku y el microrrelato. Nada. Pocas posibilidades hay sin embargo de encontrar textos con tanta economía del lenguaje, tan expresivos y tan propicios a la creación de términos, a profundizar en la polisemia, en los dobles sentidos, en la sutil o menos sutil ironía. Desde el clásico «complaciente» a los cada vez más habituales «lechera» o «fiestera» (rima consonante) aplicados al mercado al alza de transexuales, la riqueza de estos escritos mínimos se basa en la necesidad de fundir en poco espacio una exposición suficientemente amplia a la par que descriptiva y atrayente. Lástima que al estar relacionados con una profesión tan antigua como despreciada participen en cierto modo de ese mismo desprecio. En ocasiones se pueden encontrar ahí pequeñas joyas escondidas entre tantos avisos costumbristas o sencillamente repetitivos. A pocas cosas se le suele echar tanta imaginación como a los asuntos de alcoba. Y más si son de pago.
Las Esquinas de Pepe Pereza (Ediciones Lupercalia) hacen referencia a los viejos lugares de trabajo donde antaño tenían su oficina las personas a las que con eufemismos pasados de moda no hace mucho se las llamaba «mujeres que fuman». Este término podría recuperarse al adquirir el tabaco de nuevo —a causa de la prohibición y la persecución sanitaria— connotaciones de rebeldía que parecían perdidas. La colección de cuentos empieza precisamente con un catálogo de los mencionados anuncios por palabras. Esta enumeración bien puede servir de reflejo de lo que vamos a encontrar, un nutrido «inventario» de modos muy diversos de acercarse a la prostitución.
Resulta quizá complicado adentrarse en este mundillo tan manoseado por libros y películas. El mérito del autor es dirigirse a él de forma directa, sin adornos ni intentos de crear nuevos caminos no transitados. Al presentar estas historias de forma sencilla, sin alharacas ni falsos rodeos, consigue un efecto de cierta autenticidad que se nota desde el principio. Hay camioneros y chulos. Hay putas en los polígonos. Hay hombres deformes en busca de la primera experiencia. Hay familias que se enfrentan a la prostitución de la madre. O padres que se enfrentan a la prostitución de la hija. Hay maltratos, palizas, navajas. Hay borrachos en bares. Hay productores de cine con pocos escrúpulos. Incluso hay mujeres que acuden a los periódicos para poner un anuncio por palabras.
De entre estos cuentos de planteamiento voluntariamente tópico, se extrae no obstante eso que el poeta Tomas Tranströmer resumía como un principio: «el arte de ser atropellado conservando el amor propio». Los personajes aguantan los embates de la vida fortaleciéndose gracias a ello, o bien se topan con golpes brutales de los que extraen enseñanzas útiles sobre los demás o acerca de sí mismos. Y ese aprendizaje no tiene por qué acarrear necesariamente informaciones agradables ni sobre otros ni sobre ellos. El ambiente marginal, la pobreza, apenas deja más resquicios para respirar que la lucha interior, estando la «exterior» perdida de antemano. Desde los descubrimientos infantiles hasta el último deseo de algunos ancianos, Esquinas hace repaso a algunos combates cotidianos ambientados en el mundo de la prostitución.
Si, como decíamos, la obra aborda muchos lugares comunes con plena intención, es mérito del escritor no caer en ningún momento en lo manido. Lejos de eso, Pepe Pereza se muestra como un cuentista muy hábil para captar la extensión justa de los relatos. Nada sobra en ellos y concluyen en el momento adecuado para dejar al lector cavilando. Esta virtud, que en teoría deberían tener todos aquellos que aborden este género, no resulta sin embargo tan habitual ni, como en este caso, tan precisa. Aunque el principal mérito del autor está en el ritmo de su escritura y en su naturalidad. Consigue una constante fluidez en la narración sin que falte ni sobre nada. La voluntad de estilo de Pepe Pereza es una aparente falta de estilo que aplicada a cualquier trabajo se alabaría por su profesionalidad. La sobriedad, la claridad, la exactitud, casan perfectamente con la aspereza e incluso crueldad de los temas tratados, también con el tipo de esperanza que arrojan. Los cuentos de Esquinas sin duda son un buen resumen de la condición humana y una muestra de escritura sobria y efectiva.
Cada capítulo, por cierto, va ilustrado por uno de los más de veinte dibujantes (1) cuyas señas se incluyen en un índice al final del libro. Estas ilustraciones apoyan al texto y contribuyen sin duda a profundizar en el ambiente que consigue generar el conjunto de todos los relatos de manera eficaz.
Notas al pie:
(1) Henry González, Julia D. Velázquez, Pedro Espinosa, José María Lema, Pablo Gallo, Marina Hernáez, Luis F. Sanz, Toño Benavides, Enrique Cabezón, Valle Camacho, Gsús Bonilla, Andrés Casciani, Óscar M.Salomón, Raúl Barbolla, Velpister, Mónica Carretero, Bruno G Valencia, Mariana Chiesa, Omar Figueroa Turcios, Anotnio Lorente, elniñodelaspinturas y Mik Baro.