El balón es lo que nosotros vemos, es lo que hay detrás, lo que no nos enseñan, lo que gana partidos, lo que decide títulos y, además, lo que genera decisiones económicas que aumentan las diferencias de las élites con el resto.
Si hay algo en mi vida por lo que estaré eternamente agradecida a los hados, es por haber crecido en un hogar libre de fútbol, ya que mi padre era un aficionado al ciclismo a quien el balompié no le interesaba lo más mínimo, tal vez porque él desconfiaba de cualquier actividad en la cual las aglomeraciones convirtieran a los individuos en una turba descerebrada y vociferante, o quizás porque la épica de una escalada a un puerto de montaña no tenía para él el mismo atractivo que una hora y media en la que veintidós tipos patean un balón para acabar en un soso empate. Lo más que me acerqué al llamado deporte rey fue en salidas dominicales en familia en las que, durante las interminables caravanas de regreso, el transistor de mi abuelo nos taladraba con Carrusel Deportivo y sus gritones locutores, con su ti-ti-rii, ti-ti-rii, gooool en Las Gaunas, ti-ti-rii, ti-ti-rii, penalti en Balaidos, ti-ti-rii, ti-ti-rii, empate en San Mamés: así entre nosotros, el mismísimo Dante se hubiera vuelto al Averno antes que soportar semejante cantinela.
Podrán deducir sin mucho esfuerzo que no soy persona a la que le entusiasme el fútbol, y es por ello que la lectura de El día después de David Refoyo (Ediciones Lupercalia, 2014) me sorprendió muy agradablemente, aunque quizás no debería sorprenderme tanto ya que en esta novela el deporte es un telón de fondo, una excusa para construir una intriga de gran calado que obliga al lector a plantearse la veracidad de las noticias que le llegan, sean estas futboleras o no.
Esta es la historia de un hombre tras un blog quien, a guisa de Pitoniso Pito[1] de la era de internet, lanza pronósticos sobre los resultados futbolísticos con un tino asombroso. Por sorprendente que pueda parecer, es capaz de adivinar, por ejemplo, cuándo un equipo en racha va a sufrir una inesperada derrota ante un conjunto que se juega la permanencia, para sorpresa de forofos, prensa deportiva y quinielistas: ese tipo de inesperados resultados que se suelen justificar, de manera harto perezosa, con la trillada frase «El fútbol es así». Tras esa bitácora deportiva hallamos a Esteban Alfaro, un profesor universitario que ha pedido un año de excedencia para profundizar en una extraña teoría, en cuyo estudio se ha enfrascado de tal manera que acabó con su vida de pareja sin que él parezca estar particularmente afectado.
Mis seguidores se cuentan por miles y mis pronósticos cobran más importancia cada semana para los medios tradicionales donde comentan, en directo, las opiniones que vierto en el blog y las contrastan con su grupo de expertos (entrenadores fracasados, futbolistas sin graduado escolar que necesitan ingresos, ex árbitros abandonados por sus mujeres)
Para lanzar sus pronósticos, Esteban no necesita leer la prensa deportiva o seguir los programas deportivos, sus fuentes son las noticias de prensa y los informativos. Nuestro profesor sospecha que en la tabla de clasificación liguera no importa tanto que un entrenador sea eficiente en la elaboración de los esquemas de juego, un delantero sea más o menos ducho a la hora de marcar goles al rival o un portero haga paradas más o menos homéricas: Hay un hilo invisible que conecta las noticias económicas y políticas con los resultados futbolísticos. Siguiendo al dedillo su teoría, elaborada a partir del enunciado de un antiguo texto científico americano (sospecho que el típico texto académico al que el reducido tiraje convierte en poco menos que ilocalizable), cada viernes lanza desde su blog su predicción, siempre infalible. El detonante suele ser una noticia de actualidad al que la pasión balompédica hace pasar totalmente desapercibida ¿Puede una conspicua manifestación por una reivindicación salarial ser totalmente invisibilizada por la prensa? Si, siempre que el lector potencial esté distraido con otras noticias.
El protagonista llega a sentir cierto vértigo al comprobar lo acertado de su analisis de la actualidad, así como cierta paranoia. ¿Pueden aquellos que detentan el poder en las alturas molestarse con éste catedrático que se huele lo que ellos mueven tras la cortina de humo del fútbol-espectáculo? Una se para a pensar y llega a sospechar si el autor no nos estará presentando, bajo el disfraz de la novela, una realidad mucho más siniestra de lo que podamos imaginar. Piensen en lo que sucedía en Euskadi cuando en los años 80 hacían sus respectivos dobletes la Real Sociedad o el Atlhetic de Bilbao ¿Fue la simple coincidencia lo que hizo perder la liga al Real Madrid en el último partido en Tenerife? ¿Qué hay detrás de los históricos pinchazos del Barça ante equipos colistas? Fútbol es fútbol pero la verdad, como dijera el agente Mulder, está ahí fuera.
Lo único que se demuestra una vez más es que mi falta de pasión por el fútbol, hace que pueda observar más allá. Mientras Messi intenta destrozar a las defensas rivales con su eslalon eléctrico, yo he construido un protocolo sistematizado con el que pronostico los resultados que funciona con relativa solvencia.
Esteban Alfaro lo sabe y a medida que la liga avanza, crece la tensión, no sólo porque un fallo en sus vaticinios supondría un golpe a su credibilidad, con lo que se esfumarían sus sueños de gloria académica, sino también porque su metódica dedicación a tiempo completo se ve distraida por la irrupción de una inquisitiva, y para qué negarlo, también atractiva periodista deportiva que despierta en este estilita de internet el anhelo de contacto humano que llevaba años rehuyendo. Estas fisuras nos acercan a un personaje que al principio vemos como un arrogante que disfruta fastidiando a sus alumnos[2]: Esteban parte de una situación de superioridad a lo Harry Lime[3],contemplando al resto de la humanidad a sus pies como si de hormiguitas afanosas y ciegas a lo que sucede a su alrededor se tratara, sólo para irse dando cuenta de que tal vez lo que le diferencia del resto de insectos es que él puede percibir la red de la araña, pero poco más.
La novela se desarrolla con una sucesión de diálogos interiores del protagonista, intercalados con elementos multimedia (noticias, programas televisivos, comentarios en redes sociales). El autor remeda con jocosa puntería el estilo de columnistas deportivos, opinadores radiofónicos y forofos tuiteros. Jugadores y entrenadores de la vida real hacen apariciones especiales[4] y me resultó curiosa una cierta simpatía que Refoyo, claramente un agnóstico de la Sagrada Fe del Deporte Rey, demuestra hacia la figura de Pep Guardiola, tal vez por tratarse de un políglota que nunca ha ocultado su afición a la cultura[5], una figura un tanto inusual en un mundo en el que rara es la personalidad que rebasa los estudios básicos. El entrenador del eterno rival, curiosamente, nunca es citado por nombre aunque el lector podrá adivinar a quien se refiere el autor cuando describe al personaje. Diríase que El día después ajusta cuentas con la sobrepresencia del fútbol en nuestras vidas, eso sí, con una base documental sólida y unas situaciones bastante reconocibles incluso para aquellos que pasan rápidamente por la sección de noticias deportivas. Es este libro amena denuncia de la alienación que provoca el deporte aunque, como dije al principio, el planteamiento se podría aplicar sin problemas a otros campos no menos opiáceos para la sociedad como, por ejemplo, la prensa rosa o el tertulianismo de opinión como espectáculo basura.
Notas:
[1] Pseudónimo utilizado por el veterano cronista deportivo Ricardo Pastor para hacer sus predicciones quinielísticas.
[2] El maltrato a los alumnos es una parafilia bastante común entre catedráticos.
[3] El elusivo personaje sobre el cual gira la trama de El tercer hombre, dirigida por Carol Reed en 1949, uno de los pocos personajes que Orson Welles interpretó sin nariz postiza (dato bastante menos tonto de lo que a ustedes pudiera parecerles a primera vista).
[4] La recreación de los personajes que hace el autor llega a grados de virtuosismo ventrilocuo, disfruté particularmente con su retrato del Rubio de Barakaldo.
[5] Es curioso, como comenta David Refoyo, que algunos se hayan referido al actual entrenador del Bayern de Munich como El Filósofo, usando tal definición como remoquete claramente despectivo, lo cual resulta bastante revelador de los valores que mandan en el mundo del fútbol. Ciértamente quedan muy lejos aquellos tiempos de la Grecia clásica en los que la filosofía y el atletismo iban de la mano.