Elena Medel es lo más parecido a un compañero de camino que he tenido en esto de la poesía. No hablo de la relación entre poetas que os imagináis, es decir, solos todo el día y luego cada uno saliendo de sus madrigueras a encontrarse con los suyos y a reventarse el hígado. No, yo a Elena no la conozco personalmente, pero debido a esa extraña cualidad (casualidad) que la hizo poeta publicada y pública a los quince años, que también eran mis quince, he ido caminando en esto de la poesía mientras podía ir comprobando cómo caminaba ella, y eso, de alguna forma, es un acompañarme (aunque sólo sea de un sentido) y yo se lo agradezco.
Los libros de Elena, mejores o peores, son siempre interesantes. Chatterton, el último, es para mí el mejor. Tengo la sensación de que a diferencia de otros muchos poetas que revientan con un primer libro y luego desaparecen, Elena cada vez los escribe mejor. En Chatterton hay otra voz, más madura, otras preocupaciones, otras preguntas. Es fácil encontrarse con ella, pues sus preguntas se parecen a las mías, a las de nuestra generación, las de los que construimos sobre el aire engañados y ahora nos hemos desmoronado en una sociedad que no tiene espacio para nosotros, y esto vale tanto en lo público como en lo privado porque habitamos la edad y el tiempo de las decepciones.
JERICÓ
Al cerrarse la puerta
(…)
derrumbó nuestra casa.Tú de repente en tres maletas:
una tuya, una mía, otra pequeña inútil —hasta entonces
compartida— como apoyo.Pantalones demasiado grandes;
mes de calendario.Al abrirse la puerta
la almohada cobró su forma:
a mitad de proezas, el armario vacío.Quédate, queda
mi piso de alquiler con dos habitaciones
ahora un coleccionista de material quirúrgico.Nosotros de repente en tres maletas:
¿lo habías pensado ya?Un piso de alquiler con dos habitaciones
es un vientre de ballena.Después de crecer
mi hogar lo levantaré sobre las ruinas.
Chatterton fue un niño poeta (como Elena) del siglo XVIII que a los once años escribió un poema, Eleonure y Juga, que atribuyó a un monje inventando, Thomas Rowley, del siglo XV. Engañó a todo el mundo haciendo pasar sus escritos por los de otros. Chatterton se suicidó a los dieciocho años. Leo sobre Chatterton y pienso en cómo hemos vivido engañados, cómo se nos ha dicho que la belleza era esto y esa belleza no venía de donde creíamos ni era lo que pensábamos. Pero también veo a una poeta que mira sus poemas primeros y se retuerce entre sentimientos contradictorios, quizá por pensar que la que escribió aquellos poemas no era ella, o quizá eran ella enfocados a preguntas innecesarias o creando una imagen falsa.
CHATTERTON
Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diez
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha como late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante diecisiete años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.
Es un libro interesante, un libro a leer, por la trayectoria de la poeta y por los tiempos que vivimos. Es importante que los poetas no giren la cara, que bajen al barro a hablar de estas cosas. Solo, siendo honestos, tengo dos peros. Lo dice ella: «He corregido este poema/ cuando nada sobre lo que hablaba/ existía ya. He corregido este poema/ en autobuses baratos;/ he corregido en el lugar en el que corregía/hace diez años». A veces, uno siente que quizá ha corregido demasiado, que los versos, las repeticiones, el ritmo, funcionan muy bien, pero que a veces pierde frescura. El otro pero tiene que ver con el lugar desde el que escribe en el último poema, un intento de equiparar fracasos que a mi modo de ver no logra, un intento de un nosotras que no me llego a creer.
PD. Lean Chatterton y, si pueden, léanlo junto a El falso techo de Erika Martínez, se hacen bien el uno al otro, y doble bien al lector.
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